Hoy hablamos con un referente de la Jardinería y claro exponente de la implicación ciudadana. Reivindica la figura de Conservador de los grandes jardines como el Alcázar de Sevilla y que se considere la Jardinería como actividad esencial.
Sevilla le apasiona y se nota. Tiene una trayectoria profesional que lo hace puntero en la profesión. Formado con el Programa de la Universidad de Sheffield, en la Escuela de Jardinería y Paisaje Rubió i Tudurí y Experto en Gestión y Diseño del Paisaje por la Universidad Complutense de Madrid. Ha realizado proyectos de gran envergadura en la Expo´92, como Director Técnico en el Botánico de Gijón y es autor del Proyecto Paisajístico del Biodomo de Granada, entre otros.
Su actividad va mas allá y se involucra al máximo en plataformas ciudadanas que destacan por mejorar las ciudades, como Salva tus Árboles Sevilla y Red Sevilla por el Clima y además, y de forma altruista, es Miembro del Jurado de Andalucía en Flor porque piensa que “debemos compensar la destrucción que hemos provocado, nos va la vida en ello”. Es un gran conocedor de la Jardinería y un referente de nuestra profesión en Andalucía.
En AMJA queremos destacar la importancia de la profesión de la Jardinería en sus múltiples facetas y difundir la Jardinería como un concepto primordial para la vida en la ciudad. Con este programa YO SOY JARDINER@ queremos dar a conocer a hombres y mujeres jardineros, empresarios, científicos, técnicos, diseñadores, arboristas, expertos en riegos, botánicos, especialistas en plagas y enfermedades, consultores, viveristas… y poner en valor una profesión histórica que repercute enormemente en la salud de los ciudadanos.
YO SOY JARDINER@
RICARDO LIBRERO LÓPEZ. Arquitecto paisajista. Director de GreenerLand. Miembro fundador de @Salva tus Arboles Sevilla y Red Sevilla por el Clima. Coordinador del Área de Medioambiente del Consejo de Sevilla.
¿Por qué es usted Jardinero?
Supongo que mi amor por las plantas y la jardinería viene de familia materna. Mis primeros años los pasé en Zalamea la Real, en la casa de mis abuelos. Mi abuela era increíble. De cada planta que le gustaba, cogía un trocito, buscaba una lata de conservas, le echaba un poco de tierra y prendía. Lo hacía sin los miramientos que luego estudié, pero todo, hasta los tallos con flor, sobrevivían. Eso sí, cada día de verano, con un cacito de café, iba a echarles una gota de agua a cada una. El patio de mis abuelos era un vergel alrededor del brocal del pozo y un lugar de intercambio de esquejes con las vecinas y ese trasiego, sus conversaciones sobre como cuidar las plantas que se regalaban, se quedarían sin pretenderlo en mi subconsciente. Supongo que también, el recordarme en cada visita al pueblo, que el viejo naranjo del patio lo sembraron de una semilla el día que yo nací, me unía atávicamente a la tierra y aunque entonces no lo sabía, terminé dedicándome a nuestra profesión. Eso y mi profesor de biología de primero de bachillerato: un hombre excepcional que sabía contagiar el deseo de descubrir el porqué de los procesos biológicos que se daban en la naturaleza. Comprender con 13 años que, en esencia, no éramos tan diferentes los animales de las plantas, que los “reinos” no compiten entre sí, sino que están interrelacionados y se necesitan unos a otros, viene de su mano. De ahí mi posterior decisión de dedicarme a esto, no lo sentí como una ruptura con mi idea inicial sino como una evolución.
Cuando enfermamos vamos al médico. ¿Piensa que la sociedad en general es consciente de que las plantas aportan salud? ¿Hemos sabido explicar a la sociedad nuestra profesión?
Evidentemente no. Las pruebas están ahí, miles de hectáreas destruidas anualmente en el planeta con mínimas voces que reclamen contra esa masacre, la perdida anual de biodiversidad, las discusiones en las ciudades de muchos vecinos, clamando porque talen o poden a su mínima expresión, los árboles que ensucian sus coches,… da idea que ni hemos sabido explicar la importancia de convivir en armonía con la naturaleza y que hemos olvidado como especie de donde venimos y por qué seguimos existiendo en el planeta.
La jardinería es un arte de domesticación, no de destrucción o amputación de la Naturaleza, aunque muchos la entiendan así. El paisaje urbano, necesita, ahora que las ciudades concentran la mayoría de la población mundial, que han colapsado los terrenos más fértiles, los que alimentaron a sus primeros pobladores y el motivo por el que cada ciudad se estableció en su ubicación, dotarse de infraestructuras verdes masivamente para contrarrestar la perdida del entorno natural perdido.
Debemos compensar la destrucción que hemos provocado, porque nos va la vida en ello. No hace falta enumerar los beneficios de la vegetación sobre la salud y el equilibrio natural, pero igual si hay que recordarlo en las escuelas a diario, porque será la próxima generación la que tenga que tomar medidas urgentes si nosotros no conseguimos enderezar el erial en que hemos dejado este planeta, nuestra casa, en los últimos cien años.
¿Por qué nos atraen las plantas?
Entiendo que, por encima de lo que nos atrae por los cinco sentidos, existe en todo ser vivo el recuerdo, en cada célula, de que compartimos el mismo origen, animales y plantas. Aunque la evolución nos haya llevado por diferentes formas y funciones, todos venimos del agua y de unas primeras células que sobrevivieron a condiciones inimaginables, cuyos descendientes supieron adaptarse a las condiciones cambiantes de un planeta hasta el día de hoy, en que seguimos evolucionando. Si no hubieran existido las primeras algas fotosintéticas, que cambiaron la composición de la atmósfera aportando el porcentaje de oxigeno con el que pudimos nacer, no existiríamos como especie. Eso que es tan evidente para cualquiera, choca con los que niegan la necesidad de la vegetación, cuando más estamos alterando el aire que respiramos.
Hablemos de usted. ¿Cuándo supo que era Jardinero?
Lo supe tarde, con 19 años. Mi vocación inicial, era ser médico, de hecho toda mi infancia y adolescencia mis lecturas principales eran las revistas médicas que llegaban a casa de mis padres, pero un día, en el Alcázar de Sevilla, algo me hizo cambiar. Pregunté por el Conservador de los Jardines y me dijeron que no había esa figura, solo el Arquitecto Conservador. Esa respuesta me hizo cambiar el rumbo, ¿Cómo unos jardines históricos de esa belleza y relevancia no tenían un responsable directo que planificara su conservación? Y ahí empezó mi aventura entre jardines, con el objetivo de ser en diez años Conservador de los Jardines del Alcázar. No lo conseguí claramente, sigue sin existir la figura, pero si regresé a Sevilla para trabajar en mi campo en Expo´92. Fue como un premio de consolación a mi objetivo inicial. Pero supongo que eso es la vida, ir moviendo metas según vas avanzando.
Con la pandemia ha habido muchos cambios. ¿En qué cree que ha afectado a los jardines?
Pues en dos aspectos fundamentales. En positivo, porque el confinamiento ha mostrado la necesidad de tener naturaleza cercana, ya sea una terraza, un apartamento o un jardín, hemos notado que ha habido un movimiento por dotarse de una burbuja de autosuficiencia en el hogar. Quien ha podido, ha tratado de mejorar las condiciones de su terraza, apartamento o jardín para dotarse de un entorno más natural y agradable donde pasar la mayoría de su tiempo. No sabemos si esto continuará una vez superemos la pandemia. Confío en que sí, no ya por un tema egoísta, sino porque esta conciencia de la importancia del verde en lo cercano, espero que se traslade a la exigencia de un mayor compromiso público hacia las dotaciones de parques y jardines y a la mejora del tratamiento urbanístico de nuestras calles, donde el árbol y los espacios verdes, se exijan con mayor determinación.
En negativo, porque los parques públicos, como lugares de expansión de la ciudadanía, los pulmones de las ciudades se cerraron en lugar de potenciarse su uso durante el confinamiento. ¿Cómo no se consideraron servicios esenciales a los jardineros?, ¿Cómo se pudo permitir el “teletrabajo” a los jardineros públicos?, un oficio necesariamente manual, permitiéndose durante varios meses que los jardines y parques más emblemáticos quedaran sin conservación. Si se quería reivindicar el paso a la conservación privada de éstos, lo consiguieron, porque las contratas de jardinería si que siguieron haciendo su trabajo tras las primeras semanas, pero no así en muchos de los parques públicos de este país. Y ahora compruebo decepcionado que la mayoría de las soluciones que se proponen con los fondos europeos, que teóricamente están destinados a mejorar las condiciones climáticas del planeta, se vuelven a gastar en lo de siempre, cuando las opciones más baratas, las más efectivas, para el clima y los ciudadanos, las que tienen que ver con la naturalización y el paisajismo, quedan como apéndices meramente formales en lugar de ser la base estructural de las inversiones en estos momentos.
De pronto hay personas que quieren abandonar las ciudades y vivir en el campo, en los pueblos. ¿Abandonar las grandes ciudades es la solución?
No creo. Tenemos la suerte de vivir en un país, donde no hemos colonizado todo el territorio. Aun poseemos grandes extensiones, mejor o peor conservadas naturales o antropizadas, pero donde el espacio natural predomina. Si comparamos un viaje por España o Inglaterra, vemos que la ocupación del territorio aquí, concentrada en ciudades y pueblos, es mucho menos agresiva. La solución no es abandonar la ciudad sino renaturalizarlas. Los pueblos no necesitan jardines, los jardines están intramuros, en los patios, porque el campo está a dos pasos, pero el crecimiento de las ciudades, obliga a dotarlas de esos retazos de naturaleza que son los jardines, de calles arboladas, de muros reverdecidos. En las grandes ciudades, la mayoría de desplazamientos en coche y su consiguiente contaminación y atascos, son para escapar de lo urbano y árido. Las segundas residencias son consecuencia de la necesidad de espacios de esparcimiento más cercanos a la naturaleza. Si consiguiéramos que todas las ciudades se dotaran de espacios verdes de calidad en ellas, esa necesidad se reduciría enormemente.
Hoy en día tenemos mas claras las consecuencias de un crecimiento desmesurado de las ciudades y eso si que tiene corregirse en los planes generales. Sevilla, sin ir mas lejos, ha destruido prácticamente toda su tierra fértil para construir, en Granada ha habido intentos y aun no han terminado de intentar acabar con su vega o vemos que se proponen urbanizaciones en las zonas costeras mejor conservadas paisajísticamente, cuando podría hacerse en entornos cercanos, preservando y disfrutando a un paso de esos enclaves naturales, en lugar de destruirlos. Las administraciones deben proteger esos espacios, comprándolos como dotación en lugar de usarlos como lugares de especulación, porque cada vez es mayor el valor de lo natural y su atracción irá creciendo.
José Elías dijo que para que haya buenos jardines hacen falta buenos jardineros. ¿Qué pasa con la formación en Jardinería?
Pepe, como buen maestro. habla con fundamento. Sin profesionales es imposible mantener buenos jardines y la base de la profesionalidad es la formación. Es necesario, al menos en las ciudades con jardines históricos, que los ayuntamientos cuenten con escuelas municipales de jardinería que nutran sus plantillas y garanticen una calidad en la conservación de los recintos públicos. El modelo de la Escuela de Jardinería y Paisaje Rubió i Tudirí de Barcelona, que desde los años 30 formó a jardineros para todo el país, debería recuperarse en toda España. Como decía Alberto García Camarasa, no es lo mismo conservación que mantenimiento, esa diferencia entre ambas palabras está en el plus de calidad, en diferenciar la excelencia de la supervivencia y para ello es necesario contar con profesionales cualificados, es la diferencia entre tener parterres floridos o césped artificial. Vamos al mínimo mantenimiento en las ciudades y sus consecuencias las vemos a diario. Si queremos que los espacios verdes no sean solo lugares donde crecen plantas, sino que sean lugares de encuentro, de querencia ciudadana, debemos ofrecer en las ciudades lugares de esparcimiento con calidad, no m2 contables para la estadística y eso solo se consigue con personas formadas en la técnica y el amor a esta profesión de jardinero.