Hoy tenemos el placer de hablar con Javier Díaz, Gerente de Turbepal. Gran profesional, empresario modelo, siempre formándose cada día y con pasión por lo que hace. Para AMJA es un referente porque representa un modelo a seguir.
Javier siempre está dispuesto a colaborar y ayudar en lo que se necesite y esto vale mucho porque es buen conocedor de los entresijos de la jardinería en todos los aspectos. Reclama a la administración una mayor valoración a las cuestiones técnicas que a las económicas, porque la jardinería “debe ser algo más que “pintar de verde” la obra civil“.
Dice que le llaman empresario o emprendedor según quieran quitarle o darle valor, pero lo cierto es que las dificultades de dirigir una empresa de Jardinería, que no son pocas, se las sabe todas. Aún así, continúa con una capacidad extraordinaria de transmitir a sus colegas tranquilidad, confianza y sabiduría.
En AMJA queremos destacar la importancia de la profesión de la Jardinería en sus múltiples facetas y difundir la Jardinería como un concepto primordial para la vida en la ciudad. Con este programa YO SOY JARDINER@ queremos dar a conocer a hombres y mujeres jardineros, empresarios, científicos, técnicos, diseñadores, arboristas, expertos en riegos, botánicos, especialistas en plagas y enfermedades, consultores, viveristas… y poner en valor una profesión histórica que repercute enormemente en la salud de los ciudadanos.
YO SOY JARDINER@
JAVIER DÍAZ ROLDÁN. Biólogo. Gerente de Turbepal.
¿Por qué es usted Jardinero?
Cuando estudié Ciencias Biológicas allá por los 80 no pensé que dedicaría mi vida profesional a este sector. Elegí optativas de ecología, zoología y etología y me veía en el futuro en la enseñanza o en un centro de investigación. Al terminar la carrera tuve la inmensa fortuna de ser elegido como profesor de la Escuela Taller Sierra Norte, en Villanueva del Río y Minas. Aquella experiencia de tres años marcó un antes y un después en mi trayectoria profesional. Doy gracias a Dios por todo lo que aprendí en aquellos años con mis alumnos. El módulo de 15 alumnos del que era responsable tenía el, quizás un tanto exagerado, nombre de “Restauración de Ecosistemas”. Cuando acudí a los viveros de la zona para adquirir plantas autóctonas a emplear en proyectos de forestación y reforestación de zonas degradadas, me encontré con que los viveristas no tenían encinas, alcornoques, algarrobos, ni mucho menos quejigos, melojos, lentiscos, coscojas o aladiernos. Muchos no conocían ni siquiera muchas de estas especies. Así que montamos un vivero de planta forestal autóctona, embrión de lo que en 1992 se convertiría en el primer vivero de estas características en Andalucía Occidental “Viveros Sierra Norte” perteneciente a nuestra firma, Turbepal S.L., empresa surgida de la Escuela Taller y en cuya fundación participaron alumnos-trabajadores, profesorado, dirección y propulsores del proyecto de la misma.
Soy jardinero por esta historia, porque creí en un proyecto y en la gente que lo integraban. Desde entonces, y gracias a la actividad realizada por nuestra empresa en estos años, hemos contribuido a la mejora del medio ambiente con la producción de varios millones de plantones de especies arbóreas y arbustivas autóctonas, ejecución de reforestaciones de tierras agrarias, restauración paisajística de obras civiles, bioingeniería, xerojardinería, ejecución y mantenimiento de parques y jardines e instalaciones de riego.
Cuando enfermamos vamos al médico. ¿Piensa que la sociedad en general es consciente de que las plantas aportan salud? ¿Hemos sabido explicar a la sociedad nuestra profesión?
Pienso que la sociedad avanza poco a poco, tanto en conocimiento como en concienciación, sobre la importancia de tener un medio ambiente saludable y sobre el papel que, en este sentido, juegan las plantas especialmente los árboles. Es un proceso lento porque, de alguna manera, respetar la naturaleza y sus procesos supone un cierto coste que a muchos ciudadanos les incomoda asumir. Por ejemplo, hace unos días, podando árboles de una calle de Carmona, una señora me insistía para que hiciera una reducción en altura de la copa de un árbol porque las hojas atascaban el sumidero de la azotea de su vivienda. Me costó bastante labia, y creo que no quedó nada convencida, argumentarle que los beneficios que le aportaba ese árbol junto a su casa merecían el esfuerzo por su parte de barrer la azotea el día antes de que lloviese, para evitar su encharcamiento. Deseamos las bondades pero detestamos las molestias o inconvenientes. Esto es aplicable a esta vecina pero también a cuando se ejecuta una obra de instalaciones en la que se ve afectada la arboleda de la calle.
Con respecto a su segunda pregunta creo que en general hay un gran desconocimiento sobre la dificultad que entraña el oficio de jardinero. Posiblemente, el hecho de que exista una gran cantidad de personas sin cualificación, provenientes del sector de la construcción cuando la crisis o del sector agrícola, y que con una mínima inversión se ofrecen al mantenimiento o incluso la realización de jardines, no ayuda a la consideración del jardinero como un profesional de considerable cualificación y formación. Los propios planes de empleo que se ponen en marcha en muchos municipios ponen como jardineros a las personas con menor nivel formativo y/o sin experiencia previa. Lamentablemente, hay una consideración bastante extendida de que cualquiera, que no sirva para otra cosa, puede trabajar en jardinería.
¿Por qué nos atraen las plantas?
Está en nuestro ADN y no es una expresión figurada sino una realidad biológica. Comparto plenamente lo que en un curso de arboricultura le escuché al maestro Josep Selga. Llevamos decenas de miles de años de evolución como especie en contacto estrecho con la naturaleza y “tan sólo” cuatro milenios donde una parte de la población, hoy en día más de la mitad, vive en urbes en las que el suelo y la vegetación natural se transforman en asfalto y otros pavimentos y los grandes árboles son sustituidos por mayores edificaciones. No obstante, aún de forma inconsciente, seguimos necesitando el verde, necesitamos de los árboles. Nos tranquiliza tener cerca a nuestros compañeros de centenares de miles de años de evolución. Nos hacen sentir como que estamos en casa.
De pronto hay personas que quieren abandonar las ciudades y vivir en el campo, en los pueblos. ¿Abandonar las grandes ciudades es la solución?
Vivo en una urbanización a las afueras de un pueblo de Sevilla y comprendo perfectamente la angustia de muchos padres que hasta que no han llegado las restricciones a la movilidad, no han experimentado las limitaciones de la vida en un piso, a veces con ventanas a patios interiores, sobre todo cuando se tienen niños pequeños. Obviamente, las viviendas unifamiliares, adosados, casas de pueblo, permiten un esparcimiento y disponer de un pequeño jardín o patio con macetas que hacen más llevadero un confinamiento en casa. No le puedo decir si salir de la ciudad es o no una solución.
Supongo que el tiempo le dirá a cada cuál si ha acertado o no. Lo que sí tengo claro es que la planificación urbanística y la construcción de viviendas en las ciudades tiene que dar respuesta a esta demanda creciente por parte de los ciudadanos de entornos más amables y sostenibles.
Con la pandemia ha habido muchos cambios. ¿En qué cree que ha afectado a los jardines?
Desde el ámbito del mantenimiento, cuando una empresa u organismo público se ha visto afectado por el coronavirus y mermada su plantilla puede que, puntualmente, se hayan retrasado algunas labores, pero no creo que se pueda generalizar o que los daños producidos no sean reversibles. Por otra parte la disminución de usuarios o la ausencia de los mismos, cuando los parques han estado cerrados, han dado “un respiro” a los mismos que desde el punto de vista de las plantas y su fauna asociada no ha debido de venirles nada mal.
Y como empresario ¿Cómo ve la situación actual del sector? ¿Cuáles son sus retos?
Pienso que las empresas en los últimos años, a pesar de la crisis inmobiliaria del 2008 y la reciente sanitaria, nos hemos ido preparando para ofrecer a nuestros clientes productos y servicios de mayor calidad. La toma de conciencia, aún con sus limitaciones, de la que antes hablábamos de administraciones y organismos públicos, han permitido que en muchas obras que se ejecutan hoy día en nuestras ciudades y pueblos, la jardinería a realizar sea algo más que “pintar de verde” la obra civil. Los proyectos han mejorado al incorporar o subcontratar los estudios de arquitectura a paisajistas, conocedores del diseño, especies y características adecuadas a cada proyecto. Yo hace ya bastante tiempo que no me encuentro en las mediciones con la “formación de rocallas con plantas “cetáceas”, que durante años he tenido que valorar (un paso es un paso). Mientras mejor se realicen los proyectos, se tengan que evaluar las afecciones de las obras sobre la vegetación y arbolado existente y se dé relevancia a los trabajos y mantenimientos de jardinería, mayor será la exigencia de profesionalidad sobre nuestras empresas, lo cuál es una buena noticia.
Evidentemente las dificultades son muchas y ampliamente conocidas por todos. Hay una cierta tendencia en aumento por parte de las administraciones a sacar licitaciones a subasta sin otro criterio de valoración que no sea la proposición económica. Esto da lugar a bajas muy importantes en adjudicación de contratos de constructoras y repercute en toda la cadena de subcontratación, dificultando la ejecución de las partidas de jardinería y riego con la calidad necesaria y un mínimo margen de beneficio. Lo mismo puede decirse de los contratos de mantenimiento, con el agravante de la obligatoriedad en muchas ocasiones de subrogación del personal y todas las exigencias del nefasto Convenio Estatal de Jardinería.
Creo que muchos de los retos a los que nos enfrentamos, la dignificación de la profesión, la lucha contra el intrusismo, el control de malas praxis, la apuesta decidida por una formación de calidad, entre otros muchos, se están abordando de una forma intensa desde AMJA y estoy convencido que ya comenzamos a ver los frutos del gran esfuerzo realizado.
José Elías dijo que para que haya buenos jardines hacen falta buenos jardineros. ¿Qué pasa con la formación en Jardinería? ¿Los trabajadores están preparados para la conservación de jardines?
Completamente de acuerdo con otro gran maestro, nuestro querido Pepe Elías.
Pienso que la Formación Profesional Reglada debería estar más involucrada en la oferta de perfiles curriculares específicos de jardinería, bioingeniería y otros oficios de carácter medioambiental que la lucha contra el cambio climático y la aplicación de criterios de sostenibilidad en el mundo empresarial va a demandar. El cierre en junio de 2014 de la Escuela de Jardinería Joaquín Romero Muruve, con su magnífico profesorado, ha sido una pérdida extraordinaria para la jardinería sevillana y andaluza.
Por otra parte, los proyectos de Escuelas Taller y Casas de Oficios (F.P. no reglada), bien gestionados, pueden ser una herramienta útil para la incorporación al sector de jóvenes, algunos en riesgo de exclusión social, en localidades alejadas de centros formativos reglados y con alta tasa de desempleo juvenil.
Con respecto a su segunda pregunta le contestaré que las empresas que apostamos por una mayor estabilidad en los puestos de trabajo conseguimos operarios más comprometidos con el buen hacer de la empresa. No obstante, hay factores que inciden de forma negativa en el trabajo del jardinero. La mecanización de las tareas, algo sin duda completamente necesario, genera en muchas ocasiones un trato menos delicado a las plantas y un tiempo menor de atención para ver las necesidades de los ejemplares sobre los que tenemos que actuar. Por otra parte la exigencia de rendimientos en los mantenimientos ha generado que los m2/operario se hayan ido incrementando, junto con la mecanización de las labores, de una forma significativa en las dos últimas décadas.