Con esta entrevista a Ángel Enrique Salvo Tierra iniciamos un proyecto para dar a conocer a hombres y mujeres jardineros: empresarios, científicos, técnicos, diseñadores, arboristas, expertos en riegos, botánicos, especialistas en plagas y enfermedades, consultores, viveristas… y poner en valor una profesión histórica que repercute enormemente en la salud de los ciudadanos.
La jardinería es el arte y la práctica de cultivar los jardines. A lo largo de la historia podemos conocer el inicio de los jardines, porqué se crean, su significado socio político y su evolución.
Aunque durante muchos años los jardines eran privados y estaban relacionados con un nivel de vida alto, ya que los terrenos, de forma natural, eran utilizados para la agricultura como bien primario. Contar con espacio, tiempo y recursos para tener un jardín era un privilegio.
Los jardines públicos no aparecen hasta el siglo XVI. Fue en el Renacimiento cuando se construyó el primer jardín público de Europa en Sevilla, en unos terrenos hasta entonces inundables en el centro de la ciudad: La Alameda de Hércules. La civilización de los pueblos hace que los jardines, públicos y los privados, tomen protagonismo en las ciudades.
Han sido muchos los hombres y mujeres que han destacado a lo largo de la historia en la realización y cuidado de los jardines: Jerónimo de Algora, André Le Nôtre, George London, William Kent, Lancelot “Capability” Brown, Frederick Law Olmsted, Gertrude Jekyll, Nellie Beatrice Osborn, Luis Barragán, Jean-Claude Nicolas Forestier, Nicolau Maria Rubió i Tudurí, Gilles Clément, por nombrar a algunos.
Pero ¿qué es la Jardinería hoy en día? Un compendio de capacidades y cualidades son requeridas para considerar a un profesional de la jardinería. Conocimientos botánicos, climatología, edafología, diseño, sustratos, plagas, enfermedades y tratamientos, abonos, sistemas de riego, técnicas de cultivo, etc. Y al igual que en todas las profesiones hay especialidades y grados pero en todos ellos los conocimientos y el buen hacer son primordiales.
En AMJA queremos destacar la importancia de la profesión de la Jardinería en sus múltiples facetas y difundir la Jardinería como un concepto primordial para la vida en la ciudad. Con este programa YO SOY JARDINER@ queremos dar a conocer a hombres y mujeres jardineros, empresarios, científicos, técnicos, diseñadores, arboristas, expertos en riegos, botánicos, especialistas en plagas y enfermedades, consultores, viveristas… y poner en valor una profesión histórica que repercute enormemente en la salud de los ciudadanos.
ÁNGEL ENRIQUE SALVO TIERRA. Doctor en Ciencias. Profesor de Ciencias Ambientales de la UMA. Director de la Cátedra para la Conservación de la Naturaleza de la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA).
¿Por qué es usted Jardinero?
Cuando al acabar mi carrera me preguntaban qué era, yo respondía botánico. No era raro que el interlocutor replicara jardinero, algo que me fastidiaba. Sin embargo, mi concepción cambió cuando un año más tarde me correspondió el honor de presentar como conferenciante al Padre Mundina. Fue en el Hotel Reina Cristina de Algeciras, el cual dispone de unos jardines maravillosos. Una mezcla de jardín inglés y nazarí que cautivó, entre otros muchos, a Arthur Conan Doyle, Federico García Lorca, Orson Welles, De Gaulle o Churchill. Paseaba con el ‘cura de las plantas’ entre aquellos parterres cuando con sus palabras descubrí que la Jardinería con mayúscula era la más noble combinación de Arte y Ciencia. Antes de entrar al salón para su disertación me regaló una frase que jamás olvidaré: Enrique las plantas saben más de nosotros, que nosotros sabemos de ellas.
Pero mi vocación y pasión jardinera se desbordó unos años más tarde cuando la fortuna me brindó rehabilitar los Jardines de la Casa del Rey Moro de Ronda. Estudiar a fondo las ideas paisajistas de Forestier y su forma de plasmarla en tan recoleto lugar me animó aún más a conocer el jardín y las plantas de nuestra inmediatez de una forma más profunda. De aquella experiencia aprendí que en el Jardín no todo vale, hay que saber combinar las especies idóneas por las condiciones ambientales y la disponibilidad de recursos, con el equilibrado diseño formal y cromático y, un aspecto que considero fundamental, la simbólica con la que deseamos expresar mensajes porque sobre todo el jardín debe ser un espacio para disfrutar en la contemplación y meditación.
Desde entonces profeso la botánica como ciencia y la jardinería con el añadido valor superior del arte.
Cuando enfermamos vamos al médico. ¿Piensa que la sociedad en general es consciente de que las plantas aportan salud? ¿Hemos sabido explicar a la sociedad nuestra profesión?
Percibo que está cambiando esa conciencia. El hecho de que cada vemos necesitemos más plantas a nuestro alrededor, en especial en el ámbito doméstico, está llevando a que la ‘ceguera verde’ se esté curando. Cada vez se aprecian más valores, por encima del estético, en las plantas que nos rodean. La gente ya no solo pregunta por los cuidados que deben prestarle, sino que se interesa por su nombre, por su origen y por sus virtudes. Cada vez son más los colectivos vecinales, barrios e instituciones que reclaman jardines en su entorno porque entienden que es un valor añadido de sus viviendas, entendiendo que esta va más allá de la casa, que debe ser el entorno que las rodea. Así el jardinero está pasando de ser visto como un mero mantenedor de jardines a ser quien se preocupa de uno de los principales elementos del ecosistema humano.
Evidentemente aún hay que hacer mucha pedagogía social de la jardinería, más aun cuando se convierte en la terapia necesaria para mitigar los importantes cambios que aumentarán como consecuencia de la crisis climática. El verde, y en especial los árboles, constituyen el principio activo de la terapia que necesitamos con urgencia.
¿Por qué nos atraen las plantas?
Hay una parte atávica ya que el origen de nuestra especie proviene de la sabana. Allí nuestros antepasados encontraban protección y sustento, de ahí nuestro apego por las praderas verdes. ¿A quién no le gusta estar rodeado de césped? Los romanos concedieron un valor añadido a las plantas al pensar que el alma de sus finados se incorporaba a las macetas que disponían en sus atrios, origen de nuestros engalanados patios andaluces. Y de ahí a convivir con ellas en los espacios interiores.
En la ciudad la incorporación fue más tardía. Más allá de los jardines particulares de la burguesía, los planes de salubridad tras la expansión de la revolución industrial y como forma de luchar contra epidemias y enfermedades respiratorias, se le otorgó al arbolado urbano un papel básico, ordenándose la construcción de los primeros parques públicos y cinturones verdes entorno a las ciudades. Así nació el concepto de ‘pulmón verde’, que fue extendiéndose por barrios bajo el concepto de ciudad jardín y por los viarios públicos aprovechando la extensión de las vías pecuarias, generalmente protegidas por un arbolado de especies caducas. En casi todas nuestras ciudades y pueblos aún persisten alguna calle o avenida con el nombre de Alameda.
El futuro es muy prometedor a raíz de observar que las plantas no vegetan, sino que tienen un ‘tempo’ mucho más lento que el nuestro. Que son capaces de comunicarse entre ellas. No parece tan lejano que en un futuro, aun de ficción, puedan hacerla con nosotros.
Hablemos de usted. ¿Cuando supo que era Jardinero?
El momento en que sentí de verdad la profesión de jardinero fue cuando me enfrenté ante un pliego en blanco a realizar el encargo que se me había hecho de hacer un proyecto para los jardines del Campus de Teatinos de la UMA. En un mare magnum de ideas, plantas, obra civil, etc. disfruté apasionadamente componiendo rincones, glorietas y bancales. Manejar todas esas variables sobre un papel, me hizo emerger el espíritu jardinero que llevaba dentro.
Con la pandemia ha habido muchos cambios. ¿En qué cree que ha afectado a los jardines?
Los cambios importantes aún están por venir y debemos estar muy atentos a cómo se desarrollan. Hoy en el mundo científico hablamos que hemos vivido una ‘antropopausia’ o ‘gran pausa’ de la biodiversidad, que se ejemplifica con algo tan inédito como los animales que hemos visto pasear por nuestras ciudades o por las cercanías de nuestro litoral. Las plantas, hasta donde he podido observar también se han visto afectadas favorablemente por la ausencia de actividad humana. Los polinizadores han estado menos estresados que nunca y la polinización y otros procesos dependientes de ellos se han mejorado. En el ámbito urbano otras variables ambientales han favorecido un comportamiento más normal en los jardines, como por ejemplo al reducirse la isla de calor urbano, al reducirse el metabolismo interior de las ciudades. He observado floraciones y vigor foliar como hacía tiempo que no veía.
Sin embargo, el riesgo lo veo de cara al futuro. Las inversiones previstas en zonas verdes y reforestación pueden crear mucho empleo, pero si no se da la formación suficiente a los que vayan a realizar estas tareas, conllevará a lo que se ha dado en denominar en Nueva Zelanda como ‘’. Han realizado una ingente inversión en plantar centenares de millones de árboles de los cuales han sobrevivido un reducido número de ellos. La razón está en la precipitada y mala praxis.
De pronto hay personas que quieren abandonar las ciudades y vivir en el campo, en los pueblos. ¿Abandonar las grandes ciudades es la solución?
Creo que es un impulso primario que tiene un techo bajo. Sin las básicas infraestructuras del transporte y sin la adecuada tenencia de equipamientos sanitarios, educativos, culturales y tecnológicos el interior de nuestro país es atractivo para pequeñas temporadas, como por ejemplo evitar confinamientos, pero para una vida continuada resulta difícil. Tengo muchos alumnos de pueblos de Andalucía que me expresan con vehemencia que quieren salir de allí y venir a la ciudad o a la costa. La imagen que te describen de sus pueblos es aquella de la canción de Serrat, Mi pueblo blanco.
Aquellas dotaciones son imprescindibles, a la par que es necesario ‘renaturalizar’ la ciudad. Que la biodiversidad alcance hasta el mismo centro de las ciudades, amplificará los servicios ecosistémicos que la Naturaleza nos provee.
José Elías dijo que para que haya buenos jardines hacen falta buenos jardineros. ¿Qué pasa con la formación en Jardinería?
Toda la razón en las palabras del Maestro Elías. Él, como nadie, sabe de la importancia de la formación para alcanzar un nivel adecuado a las exigencias del presente, pero sobre todo de un futuro cambiante, en el que habrá que readaptar muchos de los principios básicos de nuestra jardinería actual. Como bien he observado con Díaz-Galiano nos enfrentamos a retos como la disponibilidad de agua, el aumento de olas de calor, a noches tropicales y ecuatoriales, etc., que nuestro verde urbano va a sufrir y para el que habrá que buscar alternativas.
Si bien la formación profesional ya ha avanzado bastante, la Universidad tiene que jugar un papel fundamental en ello, proveyendo títulos reconocibles, desde expertos a másteres, pasado por cursos de reciclaje que aporten al colectivo los conocimientos de nuevos conceptos, instrumentos y métodos, como las Soluciones basadas en la Naturaleza, las infraestructuras verdes y azules y otros métodos de naturación y nucleación, como los bosques domésticos y urbanos actualmente en expansión en muchos países.
Lo que me alegra de todo ello es que dispongamos aquí de una asociación multisectorial que está a la vanguardia de este proceso, entendiendo las necesidades y buscando las alianzas para materializarlas. Enhorabuena AMJA.