Nuestro bienestar depende de la renaturalización del medio urbano, de la implementación de anillos verdes y del establecimiento de planes de gestión. Son ingredientes imprescindibles para una urbe sana.
Decía Josép Fontseré y Mestre, arquitecto y maestro de obras en la Ciudad Condal hace casi dos siglos, que los jardines, son a la ciudad lo que los pulmones al cuerpo humano. Rotunda y traslucida afirmación ¿verdad? Pues me viene al dedo, para focalizar e insistir en algo que olvidamos quizás en demasía. Qué somos frágiles, que el mundo es frágil. Y que a nuestra vulnerabilidad como individuos y sociedad, se suma por desgracia, la ausencia de un liderazgo internacional que con autoridad convincente y proactiva ante los devenires ambientales y climáticos adversos, nos guíe hacia un espacio más asumible. Y es que como decía Walter Kelly: “Nos hemos encontrado con el enemigo y el enemigo somos nosotros”.
Estando alcanzando ya los límites biofísicos del planeta, con la fuerza de los elementos golpeando aún la Palma, con una pandemia vigente que sacude al mundo y un clima cada vez más amenazante, no deberíamos de obviar en nuestra psiquis la fragilidad, lo insignificantes que somos ante la propia naturaleza, la cual se manifiesta como lo que es y sigue su curso. Por ello, en la naturaleza deberíamos encontrar algo más que la conciliación. De ella podemos obtener muchísimas soluciones y así, lo primero a tener muy claro es que el verde es una herramienta amiga. Entrar en disquisiciones sobre esto y a estas alturas, es escribir en blanco sobre blanco. La renaturalización del medio urbano, la implementación de anillos verdes que perimetren las ciudades, el establecimiento de planes de gestión del árbol heredado, así como la plantación de nuevos ejemplares en todos los espacios posibles y con la debida cultura, son ingredientes imprescindibles para una urbe sana. De ello depende nuestro bienestar.
Sólo las ciudades verdes serán más capaces de enfrentar este gran desafío. Y por ello no nos podemos quedar aquí. Hay que contagiar a nuestros pueblos vecinos, a nuestros colegas en las responsabilidades políticas, a la ciudadanía. Necesitamos una activación global para este delicado panorama. Para ello, en la siempre escasa economía municipal, ahora se abren oportunidades extraordinarias para el reverdecimiento urbano. Ya están activadas las convocatorias para las ciudades de más de 50.000 habitantes y en breve, esperemos que se vuelvan a convocar ayudas para el otro umbral obviado. Tal y como se ha llegado a acuñar, de ésta crisis saldríamos en verde, y algo se está gestando para ello, sería muy bueno para las entidades municipales poder abordar proyectos que redunden en la mayor calidad vida de sus vecinos.
Sólo las ciudades verdes serán más capaces de enfrentar este gran desafío. Y por ello no nos podemos quedar aquí. Hay que contagiar a nuestros pueblos vecinos, a nuestros colegas en las responsabilidades políticas, a la ciudadanía.
Y aquí nos tienen en su ayuda. AMJA aúna una red de más de 150 empresas y profesionales que, repartidas por la amplia geografía andaluza, están en lo mejor para poder implementar proyectos generados desde la cercanía. Con improntas muy tecnificadas y profesionales, propias del alto grado de sus técnicos. El tejido empresarial de AMJA puede presumir de su alta cualificación y su alto compromiso a la hora de establecer un cambio de rumbo a la banalización que el oficio está soportando. La sociedad, la sostenibilidad del espacio urbano, la economía de la cultura de las zonas verdes, está llamada a un vuelco en su actual puesta en escena, el manejo tradicional de frecuencias y ratios ha de dar paso a un modelo que además de ser más económico, apueste por el valor y servicio ecosistémico de las infraestructuras.
Una gran barrera a derribar para la que habremos de hacer un gran esfuerzo en haceros participes como responsables políticos del valor en términos económicos y sobre la salud que asume la Infraestructura Verde Urbana. No hay otra y vamos tarde.
Y cuando parece que ya se nos olvidó el enclaustramiento forzado y lo añorado que en aquellos días se nos hizo el parque de la esquina en el mejor de lo casos, os vengo a recordar una cita que no tengo dudas que generacionalmente deberíamos de grabar en lo más profundo de nuestra memoria. Decía el escritor: El campo saca incansables bellezas escondidas y acumuladas, las renueva y ofrece sin tasa a los ojos y al alma de quienes quieren gozarlas. Advierte, con su descansado silencio, que sólo volviendo a él encontrarán los hombres lo mejor de ellos mismos. ¡Ay de los que lo olvidaren!”
Juan Manuel Ruiz Cobos, presidente de Amja.