Entre las medidas necesarias para luchar contra el calentamiento global se encuentran la conservación y el buen mantenimiento de los árboles urbanos y crear más zonas verdes en las ciudades
Fuente: Antonio Ortí. La Vanguardia. 09/04/2022
Corren malos tiempos para la calidad del aire y una idea sobrevuela el ambiente: hacen falta árboles. “La cuestión es saber cuáles y cómo nos pueden ayudar más”, apunta José Luis Santiago, investigador del Centro de Investigaciones, Energéticas y Medioambientales, un organismo dependiente del Ministerio de Ciencia e Innovación.
En vista de la que avecina con el calentamiento global, los expertos siguen investigando qué sucederá con los 7.500 millones de árboles que se estima que hay en España si las temperaturas siguen subiendo. Una pista: tras miles de años adaptándose al clima, muchas plantas están optando por el estilo de vida nómada de los animales. En la sierra Guadarrama, por ejemplo, el pino silvestre ha escalado hasta zonas que eran un páramo. También las hayas están subiendo ladera arriba en la cordillera Cantábrica para abrazar la humedad. Paralelamente, árboles propios de latitudes meridionales han comenzado a aclimatarse a España.
En vista de ello, los científicos escudriñan qué tipo de árboles, tanto autóctonos como alóctonos, podrían arraigar en la península e islas para evitar que las ciudades y pueblos se conviertan en ollas humeantes. A su vez, la OMS estima que un 90% de la población mundial respira aire contaminado, entendiendo por tal aquel que tarde o temprano pasa factura a la salud.
Con tantas variables a tener en cuenta (la configuración urbanística, la dirección del viento, la ubicación de las fuentes contaminantes, etc.), saber qué especies arbóreas funcionarán mejor en un lugar en concreto se está convirtiendo en todo un reto. “Tan importante, o incluso más que la especie elegida, es el lugar donde se planta”, advierte Santiago.
Configuración urbanística
La idea es que las ciudades reverdezcan y creen corredores verdes, tanto en su interior como en los alrededores
Si la calle es muy estrecha, por ejemplo, el que haya árboles muy juntos y densos puede ser incluso perjudicial. “Hay que tener en cuenta que los coches lanzan sus emisiones a unos 40 centímetros del suelo y, claro, el que haya unos árboles muy frondosos, lo que hace es reducir la ventilación, con el consiguiente riesgo de que acaben concentrándose los contaminantes”, explica este físico que participa en el programa Retos-Aire para evaluar cómo impacta la calidad del aire en la salud humana y la vegetación.https://cd990ee212924b2986952abe79f81435.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-38/html/container.html?n=0
Por este motivo, en las calles estrechas, flanqueadas por edificios altos, los expertos se decantan por los setos o porque los árboles estén mucho más separados que los plátanos y olmos que dan sombra a los habitantes de Barcelona y Madrid. En cambio, en calles anchas con bastantes cruces (por donde puede circular el viento), los árboles de grandes copas resultan una bendición.
Mi casa queda cerca de una carretera… ¿Cómo puedo protegerme?
La preocupación por el medio ambiente está provocando que quienes viven o veranean cerca de una carretera se pregunten cómo pueden protegerse frente a la contaminación. En estos casos, “los setos anchos y frondosos de una altura similar a un humano adulto funcionan relativamente bien, especialmente cuando se combinan con una fila de árboles con una altura superior a la del seto”, responde Santiago. “Por los estudios que hemos realizado, las barreras vegetales puedes lograr reducciones del orden del 40% y del 50%”, cuantifica. De lo que no hay duda, según constata un estudio de la Universidad de Sidney, es que las barreras porosas (verdes) protegen mucho mejor de la contaminación que las barreras sólidas como las paredes. “Algunos setos de carretera que funcionan bien son el espino común, así como el ciprés”, interviene Corina Basnou, investigadora del Creaf. Por su parte, Mariano Sánchez, jefe de la Unidad de Jardinería y Arbolado del Real Jardín Botánico-CSIC, propone una doble barrera vegetal: un seto vegetal frondoso y, justo detrás, a unos cuatro o cinco metros de distancia, una segunda barrera de árboles, “de modo que la altura de sus copas empiece justo allí donde termina el seto”, explica. Pero ojo al dato: la clave no es construir un fuerte y cercar la casa con barreras vegetales al norte, sur, este y oeste, ya que ello impediría la dispersión de los contaminantes al soplar el viento.
“Lo que deberíamos de plantearnos es qué podemos hacer nosotros por los árboles, y no al contrario”, interviene Mariano Sánchez, responsable de la Unidad de Jardinería y Arbolado del Real Jardín Botánico–CSIC, parafraseando la célebre frase de John F. Kennedy cuando fue presidente de los Estados Unidos.
“Los árboles ya nos están ayudando claramente, pero también pueden inducirnos a pensar que poniendo más árboles ya no vamos a tener que mover los coches de la ciudad, y eso no es verdad”, puntualiza este ingeniero agrícola sevillano. “Lo más importante que tendrían que hacer los ayuntamientos es mirar el número de ramas y hojas que tienen los árboles, porque en muchas ciudades no hace falta tener más árboles, sino cuidar a los ya existentes”, sigue diciendo. “Un platanero de ciudad tiene unos 30 metros de copa, pero, sin embargo, como se plantan en exceso cada cuatro metros, hay que podarlos muchísimo, porque, si no, no caben”, explica. “Eso significa que estamos primando la cantidad de árboles en lugar de la calidad del aire que producen”, alerta.
Los mejores árboles anticontaminación
Mediante modelos matemáticos y túneles del viento, los científicos están midiendo la cantidad de gases contaminantes y partículas que retienen los árboles con sus troncos y hojas. El kiri, por ejemplo, un árbol originario de China de crecimiento muy rápido, ha saltado a la fama por absorber diez veces más de dióxido de carbono que cualquier otra especie. Pero hay muchas otras clasificaciones parecidas. En una investigación publicada en Environmental Science & Technology, por ejemplo, se ha comprobado que el abedul plateado es uno de los plusmarquistas mundiales a la hora de eliminar las partículas ultrafinas del aire que emiten los vehículos, seguido del tejo y el saúco. Dichos árboles podrían plantarse en puntos críticos de contaminación para mejorar rápidamente la calidad del aire, sugieren los científicos. El problema es que no todos los árboles pueden adaptarse al clima de cada pueblo o ciudad. La familia de las coníferas, (abetos, cipreses, etc.), por ejemplo, pese a ser una de las más citadas en los estudios, no se acomoda al frío extremo que hace en invierno en Soria o Segovia, razón por la que “cada lugar debería hacer su propio listado de árboles”, recuerda Mariano Sánchez, responsable de Jardinería y Arbolado del Real Jardín Botánico-CSIC.
Si se trata de absorber la contaminación atmosférica, lo ideal es que el árbol tenga una buena copa y muchas hojas. Los árboles, al respirar, extraen los contaminantes gaseosos a través de los estomas (las aperturas regulables que hay en la epidermis de las plantas para permitir el intercambio de gases y líquidos con el exterior) o capturan partículas contaminantes con las hojas. En ese sentido, los árboles no difieren demasiado de las personas, pues también los seres humanos inhalan las partículas contaminantes con la respiración o se depositan en la ropa.
Por las investigaciones realizadas, existen árboles idóneos para filtrar la contaminación, como las coníferas (tienen hojas todo el año y están recubiertas de cera, por lo que las partículas tienden a adherirse a ellas), “así como las encinas, el tilo, el olivo o la paulownia”, enumera Corina Basnou, investigadora del Creaf, un centro público creado por la Generalitat de Catalunya y la Universidad Autónoma de Barcelona.
El objetivo es encontrar las especies arbóreas más indicadas para cada calle, plaza, ciudad y región, sin perder de vista que ahora mismo hay demasiada contaminación para que los árboles puedan resolver la papeleta por sí solos. Con todo, ciudades como Buenos Aires comienzan a vallar con setos las escuelas, indica Basnou, en vista de que cada vez más estudios apuntan que los niños que acuden a colegios con un nivel alto de contaminación atmosférica evolucionan de manera más lenta y tienen mayores problemas de concentración que aquellos que acuden a centros en los que se respira un aire más limpio.
Mientras tanto, la provincia china de Hebei, muy cercana a Pekín, ha creado un “collar verde” vegetal que podría ayudar a reducir la contaminación de las fábricas que rodean a la capital china. En cuanto a París, ha puesto en marcha un plan para crear bosques urbanos alrededor de monumentos y lugares emblemáticos para propiciar “ilots de fraicheur” (islas de frescura), es decir, espacios públicos especialmente adaptados en los que la gente puede disfrutar de un entorno cuidadosamente refrigerado durante el abrasador calor del verano.
La OMS estima que un 90% de la población mundial respira aire contaminado
Asimismo, algunos espacios de estacionamiento de la capital francesa están siendo reemplazados gradualmente por mini-jardines. Finalmente, cada vez más hospitales se están vacunando contra la contaminación atmosférica rodeándose de árboles y plantas, habida cuenta de que en días de polución elevada se producen más arritmias, más infartos de miocardio, más neumonías y, en definitiva, más ingresos hospitalarios y más muertes. Eso sí, cada ciudad está apostando por árboles y plantas distintos en función de su pluviometría, su régimen térmico, etc., aunque, por norma, se está apostando por especies de rápido crecimiento que no exigen demasiados cuidados.
“En general, la vegetación leñosa es mucho más eficiente que la herbácea a la hora de almacenar las sustancias y partículas contaminantes, gracias a su mayor superficie foliar”, señala al respecto Basnou. La forma y características de la hoja también son importantes. “Las hojas rugosas o con pelosidad, como las de la encina, tienen una mayor capacidad de retención de las partículas contaminantes suspendidas en el aire. El tilo sería un buen ejemplo, porque tiene hojas muy grandes y vellosas”, manifiesta. Otro criterio relevante es si las hojas son caducas o perennes. “Los árboles perennes pueden capturar contaminantes a lo largo de todo el año; los caducos, solo entre primavera y otoño”, precisa.
Por lo que respecta a las calles más contaminadas de las grandes ciudades, los expertos se decantan porque exista vegetación a diferentes alturas: desde árboles o setos a ras de suelo, hasta tejados verdes, pasando por los city tree o bosques portátiles, las nuevas estructuras móviles de aspecto parecido a una pared de musgo que han empezado a aparecer en algunas ciudades alemanas. Pero hay que insistir que no todas las soluciones sirven para cualquier ciudad: el musgo es una planta que requiere humedad, “por lo que tendríamos que tener esos paneles orientados al norte y al este para que no se quemarán en verano, por lo que habría que buscar otras especies para esas dos orientaciones, el sur y el oeste, porque el musgo no serviría”, puntualiza Sánchez.
El objetivo final es que los árboles y plantas sigan siendo nuestros grandes aliados para mejorar la calidad del aire y reducir las temperaturas (si los edificios reciben la sombra de los árboles, se aminora la necesidad de aire acondicionado y las emisiones de gases de efecto invernadero que comporta su utilización). Con toda justicia, los árboles y plantas pueden considerarse los pulmones del ecosistema al absorber el dióxido de carbono y emitir oxígeno, así como el hígado de nuestra civilización, gracias a filtrar a través de sus hojas contaminantes atmosféricos como el dióxido de nitrógeno.
¿Cuántos árboles hay en el mundo?
El planeta cobija, aproximadamente, 3 billones de árboles, según el recuento realizado en 2015 por un equipo internacional de científicos. Según los investigadores, cada año se talan 15.000 millones de árboles. Desde el inicio de la civilización humana, el número global de árboles se ha reducido alrededor de un 46%. Por lo que respecta a España, el tercer Inventario Forestal Nacional, llevado a cabo por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente entre los años 1997 y 2008, apunta que Castilla y León, con 1.211 millones de árboles, y Catalunya, con 1.035 millones, son las comunidades más arboladas. En cambio, por número de árboles, Lleida se lleva la palma. El árbol más abundante en España es la encina (Quercus ilex), seguida del rebollo (Quercus pyrenaica), el haya (Fagus sylvatica), los quejigos (Quercus faginea y Quercus canariensis) y los robles (Quercus robur y Quercus petraea).
La idea es que las ciudades reverdezcan y creen corredores verdes, tanto en su interior como en los alrededores, para no fragmentar la continuidad de árboles y plantas con zonas de asfalto. Algo que podría conseguirse con árboles viarios, parques, prados urbanos, jardines verticales o cualquier otra forma de verde que lograra que la naturaleza fuera un continuum, como puede serlo una red de carreteras o de trenes. Es decir, “que el verde fluya como el sistema circulatorio de un organismo, de modo que todo esté conectado para que no haya riesgo de embolias”, sentencia Basnou.