Del dicho al hecho. El calor nos mata y necesitamos más árboles. En nuestros parques, en nuestras calles, en los colegios, junto a nuestras casas…
Aunque este conocido refrán se suele utilizar para indicar los beneficios que pueden obtenerse de relacionarse con personas poderosas o que se encuentren en una situación de privilegio, en esta ocasión nos referimos al sentido literal de la expresión, es decir: necesitamos mucha sombra de los árboles y cuanto más grandes sean los árboles, mejor.
Ya sabemos los beneficios ecosistémicos que los árboles nos aportan, pero en estos días calurosos de verano, lo que más necesitamos es su frescor, la sombra, esa sombra que nada tiene que ver con la que proporcionan los toldos.
A veces se eliminan árboles porque interfieren con los edificios, levantan las aceras, ensucian, no dejan ver monumentos o centros comerciales, incluso algunos dicen que el error es “haber plantado ese árbol ahí”, pero debemos saber que debe haber un equilibrio en las ciudades para que sean vivibles y la calidad de vida y la salud es una prioridad. Las ciudades deber reverdecer y hay que poner en una balanza los beneficios e inconvenientes. Siempre van a ganar los árboles porque, además, los árboles son muy rentables. Si monetizamos los beneficios del árbol: ahorro energético, ahorro sanitario, incremento patrimonial, turístico e inmobiliario, el árbol tiene un enorme valor.
“Y soy quien la merece tan bien como otro cualquiera; soy quien “júntate a los buenos y serás uno de ellos”, y soy yo de aquellos “no con quien naces sino con quien paces”; y de los “quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija”. Yo me he arrimado a buen señor, y ha muchos meses que ando en su compañía.” Sancho Panza en El Quijote
Miguel de Cervantes.
Aurora Baena Luque. Gerente de Amja
