Debemos cambiar para poder seguir viviendo en este planeta porque si seguimos igual los cambios del planeta se volverán contra nosotros.
La situación actual nos lleva a parar la actividad y cambiar drásticamente nuestros hábitos. Levantarse para ir a trabajar (afortunados los que tenemos trabajo), llevar a los niños al colegio (afortunados los que tenemos hijos), hacer la compra y llegar a casa para hacer la comida (afortunados los que podemos comer), dedicarse a las tareas de la casa (afortunados los que tenemos casa), viajar y salir con los amigos (afortunados los que tenemos amigos).
Hemos estado tan acostumbrados a esta vida de vértigo que nos cuesta parar y a todo le vemos la parte negativa. Sin embargo esta parada obligada nos ayudará a mirar las cosas desde otra perspectiva, a pensar y reflexionar sobre lo que hacemos y lo que dejamos de hacer y cómo todo ello repercute en nuestra vida, en la de los demás, en la de nuestra ciudad y en la de nuestro mundo.
Llevamos años oyendo que el planeta sufre cambios que afectan al clima, que los océanos se contaminan, que los alimentos no son sanos, que la tierra se desertiza, que la vida está en peligro y ahora, con unos cuantos días de inactividad, las aguas se vuelven limpias, la contaminación baja y el parón por el coronavirus da un respiro a la Tierra.
Tendremos que preguntarnos si, cuando la normalidad vuelva, debemos continuar con nuestros hábitos, si debemos seguir comprando productos que en realidad no necesitamos y sin preguntarnos, porque no tenemos tiempo, dónde y cómo han sido elaborados estos productos. Si tenemos en realidad tantas necesidades como las que creemos que tenemos. Queremos saber de todo, conocerlo todo, ir a todos los sitios pero sin profundizar, sin reparar en el significado de las cosas, en su historia, en el porqué de las cosas.
Nos cansa leer frases largas, todo se acorta, se abrevia, todo es rápido. Hablamos rápido, cada vez más rápido, reduciendo las palabras porque no tenemos tiempo, necesitamos ese tiempo para hacer muchas cosas y todas muy rápidamente y nos estresamos pero no podemos o no sabemos vivir sin estrés.
El ser humano piensa a veces que puede controlar su vida y la de otros y la de su mundo pero formamos parte de un todo que también a veces altera nuestras previsiones y en este caso las ha alterado todas y de forma contundente.
Por eso debemos preguntarnos también por qué en muchas ocasiones deseamos tanto salir al parque, al campo, pasear entre los árboles, respirar aire puro y salir de la bulla de las ciudades, sobre todo de las grandes ciudades: Es la biofilia, concepto que Edward O. Wilson elaboró y que expresa nuestro sentido de conexión con la naturaleza y con otras formas de vida de carácter innato y que es producto evolutivo de la selección natural que actúa en especies inteligentes cuya supervivencia depende de la conexión estrecha con el ambiente y de la apreciación práctica de las plantas y de los animales.
Esto no es el fin del mundo, tras la tempestad llegará la calma pero por el camino tendremos que cambiar algunas cosas porque como decía Giuseppe Tomasi di Lampedusa en El Gatopardo “Que todo cambie para seguir igual”. Esta aparente contradicción nos viene a decir que debemos cambiar para poder seguir viviendo en este planeta porque si seguimos igual los cambios del planeta se volverán contra nosotros.
Confiemos en nuestra inteligencia y demos otra tregua a nuestros dirigentes, esperando que hayan tomado nota de los acontecimientos. Y para finalizar y animar la cosa, ya dijo Cervantes en su obra magistral: “Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro si no hace más que otro: todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo, y han de sucedernos bien las cosas, porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca…”