La receta es clara: menos coches y muchos más árboles. Así se combate el calor, el “asesino silencioso”.
Fuente: El País
Cristina Huidobro (Santiago de Chile, 42 años) despliega un gran mapa del área metropolitana de Santiago de Chile en la sede del Gobierno regional. Muestra 52 comunas sombreadas en rojo —más cálidas— y otras en verde —más frescas—. Huidobro se dedica precisamente a eso, al calor. Es la primera responsable de América Latina de una red global de heat chief officers, representantes públicos contra el calor extremo, al que esta arquitecta se refiere como “el asesino silencioso”. Con episodios de altas temperaturas cada vez más recurrentes, muchas ciudades se han convertido en hornos, en los que la gente muere literalmente de calor. Para remediarlo, algunas urbes como Miami, Atenas, Freetown o Santiago han creado un puesto específico, parte de una iniciativa global auspiciada por la fundación Arsht-Rock. Huidobro defiende que “hay que incorporar el calor como una prioridad de las políticas públicas”, porque al contrario de lo que sucede con otro tipo de desastres, las muertes por calor son evitables. Su hoja de ruta para enfriar las ciudades pasa por dar absoluta prioridad a los árboles, es decir, sombras, desterrar el cemento y dejar de priorizar los coches. “Hemos escondido la naturaleza en las ciudades […]. Hay que reparar el daño causado en el pasado”, piensa.
Pregunta. ¿Es necesario tener una autoridad municipal dedicada al calor?
Respuesta. El calor es el efecto del cambio climático que más mata en el mundo. Decimos que es un asesino silencioso e invisible, porque muy poca gente lo identifica. Es un desastre lento. Al contrario que con un terremoto o un huracán, te enteras de que alguien ha muerto por calor mucho tiempo después. Es un poco como sucedió con la Covid. Alguien puede morir con un infarto al corazón y esa es oficialmente la causa de defunción. No se sabe que murió por un golpe de calor. No se sabe cuántas muertes se registran porque no hay protocolos adecuados para identificarlo. Tener una persona responsable de calor hace que se empuje la agenda más rápido y que se visibilice. Esperemos que más ciudades empiecen a nombrar encargados de calor y se genere un efecto multiplicador.
P. ¿Qué deben hacer las ciudades?
R. Primero, prepararse mediante instrumentos que empleamos para otras amenazas como alertas tempranas, categorización de olas de calor… La cuestión es que la población se prepare, pero también las instituciones. Hay que incorporar el calor como una prioridad de las políticas públicas. La segunda pata es la sensibilización. Hay que comunicar el riesgo a la ciudadanía. Nadie tiene por qué morirse de calor. No es como otros desastres, como un terremoto. Basta con hidratarse, buscar la sombra y no hacer ejercicio físico. Es muy importante comunicar eso para salvar vidas. Morirse de calor ha dejado de ser un dicho y ha pasado a ser una realidad. No todo el mundo sabe que el calor extremo mata y que genera patologías.
P. Usted habla de una nueva realidad.
R. Los escenarios han cambiado y hay que adaptar las ciudades. Ya vamos a vivir en un nuevo clima y no vamos a vivir con las temperaturas de antes. La prioridad es el arbolado, son soluciones-sombra, crean corredores de viento, bajan las temperaturas y absorben el dióxido de carbono (CO₂). Donde hay cemento, hay que poner árboles. Hay que crear sombras. Nosotros estamos creando 33 bosques urbanos de rápido crecimiento gracias a una técnica que funciona por aglomeración de las especies. Al estar juntos, se ayudan. Van a ser refugios climáticos. En lugar de ir a un centro comercial con aire acondicionado, la gente podrá adentrarse en esos bosques. Hemos escondido la naturaleza en las ciudades, hemos encauzado los ríos. Hay que reparar el daño causado en el pasado.
P. Usted es arquitecta y hace hincapié en el urbanismo. En España siguen construyéndose plazas de cemento. ¿Qué consecuencias tienen para el calor?
R. Esa no es la dirección correcta. Las consecuencias son horrorosas porque al haber tanto cemento en la ciudad, lo que estás haciendo es amplificar el calor. Puedes tener hasta 5 o 10 grados más en las ciudades por este efecto. Los árboles son nuestros mejores aliados, son oro. Hay que introducir más verde en las ciudades, pero todavía hay ciudades que talan árboles.
P. Sabemos que los coches son enemigos del calor, pero muchas ciudades siguen dándoles prioridad.
R. Los coches emiten calor de la misma manera que los aires acondicionados lo emiten a la calle, pero la gente no relaciona a los coches con fuentes de calor. Quitarle un carril a los coches no puede ser un problema, es la solución. Los automovilistas sienten que tienen un derecho adquirido a circular por la ciudad. Hay mucho trabajo de sensibilización que hacer para entender que alguien es parte del problema cuando se sube al coche. Hay que darle más espacio a quienes son parte de la solución.
P. ¿Qué relación hay entre la desigualdad y las consecuencias del calor?
R. Utilizamos los índices de cobertura digital, temperatura superficial y vulnerabilidad y nos dimos cuenta de que coinciden. La conclusión es que las personas con menos recursos viven en zonas con menos árboles y con más calor.
P. ¿Cómo deben adaptarse las leyes laborales al calor?
R. Hay que adaptar las legislaciones laborales al calor, pero esa es una competencia que depende del Gobierno central, que debe incorporar esa variable a sus políticas públicas. A la hora de regular el trabajo hay que analizar bien todos los datos. Si miramos por ejemplo las temperaturas de nuestra región, las superiores a 33 grados son siempre a partir de las cuatro de la tarde. En Chile hemos firmado acuerdos con la Mutual de salud laboral privada para prevenir y tratar los accidentes laborales. Hay que hacer asociaciones público-privadas.