Un estudio señala que si la cobertura vegetal urbana hubiera aumentado un 30 % entre 2000 y 2019, se podrían haber evitado hasta 1,16 millones de muertes relacionadas con olas de calor.
Fuente: Sonia Recio García. Periodista freelance
Las altas temperaturas en verano, especialmente durante las olas de calor, se han convertido en una amenaza creciente para la salud pública. El problema se agrava en las ciudades, donde el efecto «isla de calor urbana» —provocado por la falta de vegetación y la abundancia de materiales como el asfalto y cemento que retienen el calor— puede disparar los termómetros varios grados por encima de los niveles normales. Según diversos estudios, más del 4 % de las muertes que se producen en verano en las ciudades europeas están relacionadas con el calor extremo. Por fortuna, hay margen para actuar. Un estudio reciente concluye que aumentar un 30 % la vegetación en las ciudades —plantando árboles y creando zonas verdes— podría reducir entre un 33 % y un 37 % las muertes causadas por el calor urbano. Es decir, cientos de miles de vidas podrían salvarse con una planificación urbana más verde.
El calor extremo, una amenaza para la salud pública
La exposición prolongada a altas temperaturas se ha convertido en un riesgo cada vez más preocupante para la salud global. Solo entre los años 2000 y 2019, alrededor de 500.000 personas murieron cada año por causas relacionadas con el calor, lo que representa cerca del 0,91 % de todas las muertes a nivel mundial.
En España, solo en el verano de 2024 se contabilizaron 2.020 muertes por calor: el 90 % de los fallecidos eran mayores de 75 años. A nivel europeo, las cifras son aún más preocupantes: en 2023, más de 47.000 personas murieron por causas asociadas a las altas temperaturas.
Y lo peor está por venir. Con el avance del cambio climático, el problema podría agravarse significativamente. De acuerdo con las proyecciones realizadas en 23 países, el porcentaje de fallecimientos atribuibles al calor —que rondaba entre el 0,3 % y el 1,7 % en la década de 2010— podría escalar hasta entre el 2,5 % y el 16,7 % para el año 2090, si se cumplen los escenarios más extremos de calentamiento global.
Más vegetación urbana para salvar millones de vidas
Frente al aumento sostenido de las temperaturas, especialmente en entornos urbanos, la incorporación de vegetación en las ciudades se perfila como una medida eficaz y accesible para mitigar los efectos del calor. Árboles, césped y espacios verdes no solo mejoran la estética del paisaje urbano, sino que cumplen una función crucial en la regulación térmica y la salud pública.
El estudio internacional dirigido por el profesor Yuming Guo, de la Universidad de Monash (Australia), y publicado en The Lancet Planetary Health, demuestra que incrementar la cobertura vegetal urbana puede contribuir significativamente a reducir las temperaturas y evitar millones de muertes relacionadas con el calor. «Este es el primer estudio de modelado que estima los efectos de enfriamiento y modificación de la vegetación, lo que proporciona una evaluación más completa de sus beneficios en la mitigación de la mortalidad relacionada con el calor», explica Guo.
La investigación analizó 11.534 zonas urbanas a lo largo de dos décadas, cruzando datos de temperatura y mortalidad de 830 ciudades en 53 países, recopilados por la Red de Investigación Multipaís Multiciudad (MCC). Para estimar la cobertura vegetal, se utilizaron imágenes satelitales obtenidas por el satélite Terra de la NASA, a través del Índice de Vegetación Mejorado (EVI).
Principales hallazgos del estudio
La investigación ofrece estimaciones globales sobre el impacto que tendría aumentar la vegetación urbana. Estas son sus conclusiones más destacadas:
👉 Más verde, menos calor
Si las ciudades hubieran incrementado su cobertura vegetal en un 10 %, 20 % o 30 %, las temperaturas medias durante los meses más calurosos se habrían reducido en 0,08 °C, 0,14 °C y 0,19 °C, respectivamente.
👉 Impacto en la salud
Aunque parecen descensos modestos, esas reducciones térmicas habrían bastado para prevenir entre 860.000 y 1,16 millones de muertes relacionadas con el calor entre 2000 y 2019. En términos porcentuales, representan del 27 % al 37 % del total de fallecimientos por calor registrados en ese periodo.
👉 Desigualdad geográfica
Los beneficios de reverdecer las ciudades no se reparten por igual. Las zonas urbanas del sur de Asia, Europa del Este y Asia Oriental son las que podrían obtener mayores reducciones en mortalidad vinculada al calor.
En el continente asiático podría haber evitado 527.989 muertes, en Europa 396.955, en América Latina y el Caribe 123.085, en América del Norte 69.306, en África 35.853, en Oceanía 2.733 y en Australia y Nueva Zelanda 2.759.
👉 Condicionantes
La efectividad del verdor urbano depende de múltiples factores, como el tipo de clima, el nivel socioeconómico, la densidad de población y otras características demográficas.
Los beneficios de la vegetación urbana para la salud
El estudio refuerza una evidencia cada vez más sólida: la vegetación urbana actúa como un potente refrigerante natural. A través del sombreado de superficies, la absorción de radiación solar y un proceso llamado evapotranspiración —que libera humedad al ambiente—, las plantas ayudan a refrescar el aire y reducir la exposición al calor extremo.
Este efecto térmico es clave para disminuir la mortalidad vinculada a las altas temperaturas, pero los beneficios no acaban ahí. Las zonas verdes también mejoran la salud mental, fomentan la actividad física, fortalecen la vida social y contribuyen a reducir la contaminación atmosférica, factores que en conjunto disminuyen el riesgo de muerte durante los episodios de calor. “Preservar y expandir la vegetación podrían ser estrategias clave para reducir la temperatura y mitigar los impactos del calor en la salud», concluye el profesor Yuming Guo.
¿Quiénes son más vulnerables al calor extremo?
Durante las olas de calor, ciertos grupos de población tienen un mayor riesgo, ya sea por su edad, su estado físico o sus condiciones de vida. Son personas con menos capacidad de adaptación o protección frente a las altas temperaturas. Entre los más vulnerables están:
- Mayores de 75 años, cuyo organismo tiene más dificultades para regular la temperatura y suele padecer enfermedades crónicas.
- Personas con problemas de salud, como enfermedades del corazón, respiratorias, renales o diabetes, que pueden empeorar con el calor.
- Personas con discapacidad o en situación de dependencia, que pueden tener dificultades para moverse, hidratarse o pedir ayuda.
- Niños pequeños, especialmente los lactantes, cuyo sistema de regulación térmica aún no está completamente desarrollado y se deshidratan con rapidez.
- Mujeres embarazadas, ya que durante esta etapa vital experimentan cambios fisiológicos que las hacen más vulnerables al calor.
- Trabajadores al aire libre, expuestos al sol y al esfuerzo físico sin realizar pausas adecuadas ni hidratarse correctamente.
- Personas sin hogar o quienes viven en viviendas sin buen aislamiento térmico, sin acceso a espacios frescos o climatizados.
- Personas con trastornos mentales o cognitivos, que pueden no identificar el riesgo, olvidar hidratarse o estar bajo medicación que altera la respuesta corporal al calor.
