Desde Almería, ciudad azotada por una severidad climática muy acusada en lo respecta a las temperaturas primaverales y estivales, nos llegan noticias nada halagüeñas sobre el futuro de un sistema arbóreo que hace de un interesantísimo y consolidado dosel en una de sus principales plazas.
Al margen de las cuestiones de índole política, leemos que la decisión ha sido adoptada de un lado por cuestiones económicas y de otro arquitectónicas y patrimoniales. De igual forma, aunque sin situarlos como factores determinantes, sí podemos leer que la plaza en origen fue diseñada como una plaza castellana, o sea, diáfana y sin elemento vegetal alguno y que sin tener correspondencia con el patrón original, los árboles vinieron a implementar un estatus de “seguridad más que de ornato”, por todo ello, entienden los representantes que promueven la iniciativa que, “la modificación de la ficha tiene razones de peso para ser valorada positivamente. Razones históricas, patrimoniales, culturales, sociales, económica e incluso estéticas”, ha referido Martínez Labella, subrayando que “la más importante de todas es la que contribuye a hacer ciudad; una Almería moderna, de siglo XXI, que ofrezca una imagen más atractiva y elegante”, con 7 farolas con báculos de 7 metros de altura. Desde ellas se iluminará la plaza y los edificios que la rodean, quedando preparados estos báculos para soportar un sistema de toldos tensados que darán sombra a la zona central, que ocupa un 60-70% de la superficie de la plaza, “mucho mayor que la actual que ofrece el arbolado”.
Cuando en el año que cursamos leemos este aluvión de inusitadas barbaridades, pocas ganas quedan para hilar en torno al beneficio del árbol en la ciudad. Pero claro está, que la ciudad que tratamos no es cualquier ciudad, es una del conjunto territorial de nuestra península dónde menos precipitación se acumula, menos de 250 mm/año y dónde más horas de sol y vientos se podrían medir. Un espacio territorial con una singularidad climatológica que la sitúan en Europa como la campeona en aridez y altas temperaturas. Y con todo esto, que no es nada nuevo para los almerienses y forma parte de sus vidas, siendo difícil de alterar al menos en lo condicionado por la naturaleza, está claro que la ciudad, la polis, creada para la felicidad del individuo y de la comunidad de familias reseñada por Aristóteles en su tratado de la “Ciudad Ideal”, poco o nada habrá calado en los munícipes almerienses que buscan en la modernidad más hortera y descabalgada la ausencia de confort ambiental y solaz que promueve el árbol para la urbe y que en definitiva, que es de lo que se trata, supone como aporte de calidad de vida para los almerienses.
En una España que se desangra en continuos apeos arbóreos por supuestas cruzadas de seguridad en arbolado añoso, sano o simplemente de foto ególatra para la posteridad, la ingeniosa aventura almeriense acentúa en mucho la mediocridad que guardan nuestros representantes para asombrarnos en gestión ambiental.
La supresión de estos ejemplares, que adolecen de años según los representantes políticos para ser tomados más en serio, establecen una marquesina natural que en continuidad ofrecen el mejor regulador térmico en una plaza que como todas las del sur, cuando llega la canícula, no hay quien pare en ellas, a no ser, de tener como es el caso, éste fuerte elemento verde.
Mejorar la calidad de vida de los vecinos de las urbes debe de estar en el argumentario de cualquier formación política contemporánea y en ello y con la que nos cae, lo medio ambiental debe ser algo con mucha, muchísima potencia en el quehacer municipalista. El árbol que mitiga la isla de calor urbano y reduce el dióxido de carbono atmosférico, purifica el aire y hace habitable de vida silvestre la urbe, pero es que además, de forma empírica, éste incrementa los valores de la propiedad y hace más atractivo el espacio urbano. Bien, pues todo esto, se ve que entra en confrontación con las razones históricas, patrimoniales, culturales, sociales, económicas e incluso estéticas que enumera la edil Martinez Labella para decir, de forma nítida, que los árboles NO APORTAN NADA POSITIVO AL ENTORNO… Ahí es nada: Caput. ¿Y no seria mejor señores concejales de las bancadas en la capital Almeriense cumplimentar con sombras, aunque sean inertes, para que efectivamente demos más espacio de umbría sin perder el beneficio que de forma probada SÍ dan los árboles?
Es muy descorazonador oír que el árbol en la plaza vieja no otorga ningún beneficio, tanto como oír que ningún equipo de los participantes en el concurso de ideas, NINGUNO, integra los arboles en la propuesta. Y para gota que colma el vaso, es altamente desesperante, que ningún representante en el Pleno, NINGUNO, otorgue al árbol el valor que científicamente prueba y al que tanto debemos en el hábitat urbano. Es verdaderamente sonrojarte el nivel que atesoran y lo poco informados que van a los plenos.
Mantengan ustedes el arbolado, cumplimenten con sombras y dinamicen la plaza en lo posible, pero háganlo de forma meditada, asesorándose y pensando en la calidad de vida y salud de sus vecinos, sin hostigarlos o haciendo demagogias vanas e infumables, se lo deben a ellos que son quienes les confiaron que les llevasen a una mejor vida, en ello el árbol tiene mucho que aportar. Si, señora Labella, el árbol aporta muchísimos beneficios.
Juan Manuel Ruiz Cobos
Presidente de AMJA