Fuente: Los Árboles Mágicos
Invertir en infraestructura verde tiene mucha lógica desde el punto de vista económico.
Una única superficie de tierra puede ofrecer múltiples beneficios si sus ecosistemas están sanos. Estos ecosistemas sanos, impulsados por la diversidad de la vida que los habita, proporcionan a la sociedad una gran cantidad de bienes y servicios de gran valor e importancia económica, tales como agua y aire limpios, almacenamiento de carbono, polinización, etc. También desempeñan un papel fundamental en la lucha contra el cambio climático protegiéndonos de las inundaciones y de otras catástrofes medioambientales.
Si estas potencias naturales resultan dañadas, no es solamente nuestra biodiversidad la que sufre, sino la sociedad en su conjunto. A pesar de que los ecosistemas están en constante evolución, el ritmo del cambio que se produce en Europa no conoce precedentes y ha generado una competencia por el espacio que no deja de crecer, especialmente en las regiones más pobladas. Las repercusiones de tal fragmentación y degradación del paisaje superan la mera pérdida de biodiversidad: la naturaleza solo podrá ofrecer beneficios escasos y mermados a la población.
Sin embargo, si procuramos soluciones centradas en la naturaleza para mejorar nuestra infraestructura verde, podríamos ser capaces de mantener ecosistemas sanos, reconectar áreas naturales y seminaturales fragmentadas y recuperar hábitats dañados, de forma que nos puedan proporcionar más y mejores bienes y servicios.
La infraestructura verde nos ofrece, sobre todo, una forma inteligente e integrada de gestionar nuestro capital natural. Con demasiada frecuencia, abordamos los desafíos actuales de una forma muy segregada, prestando poca atención a las complejas interacciones que se producen entre las principales actividades de uso del suelo como la vivienda, la agricultura, el transporte y la biodiversidad.
La infraestructura verde promueve soluciones dinámicas e innovadoras que nos permiten abordar las cuestiones relativas a la gestión del suelo –a menudo diversas y conflictivas– de un modo coherente desde el punto de vista espacial, al tiempo que mejoran el potencial de lograr múltiples beneficios recíprocos y soluciones que beneficien a todos.
Por último, las inversiones en infraestructura verde crean puestos de trabajo, tanto de alta especialización como poco cualificados, tanto en los ámbitos de la planificación, la ingeniería y la construcción de los elementos, como de la restauración y el mantenimiento de los ecosistemas rurales y urbanos.