Seguramente, a quién se le ocurrió poner toldos en árboles podados agresivamente, tenía buena intención, pero, es que ¿no hemos aprendido nada?
Viendo esta foto se me viene a la cabeza el libro con este título del autor John Kennedy Toole, ganador del premio Pulitzer en 1981. Un relato que narra la incoherencia humana con una extraordinaria maestría.
En nuestro sector, todos sabemos que las ciudades generan islas de calor perjudiciales para la vida (no sólo de las personas, sino de otros seres vivos que son muy necesarios en nuestro complicado ecosistema), que el calentamiento global hace que necesitemos adaptarnos y reverdecer nuestras ciudades para hacerlas más saludables. Porque también sabemos que, científicamente está más que comprobado, que la vegetación y, sobre todo los árboles nos ofrecen unos beneficios (los llamados beneficios ecosistémicos) que aportan innumerables bondades para nuestra salud física y mental y que son fundamentales para el equilibrio de nuestro entorno.
Hemos realizado demasiadas infraestructuras grises (calles, carreteras, autovías, edificios…) y debemos compensar todo ello con infraestructura verde, hacer nuestras ciudades vivibles, transitables sin necesidad de vehículos contaminantes, saludables, conectadas con la naturaleza y con la biodiversidad.
Seguramente, a quién se le ocurrió poner toldos en árboles podados agresivamente, tenía buena intención, pero, es que ¿no hemos aprendido nada?
Desde este artículo, una vez más, queremos difundir y hacer ver a los gestores del verde urbano que hay cosas que no hay que inventarlas porque ya están inventadas. Que hay que aprender de nuestros antepasados, coger lo bueno y desaprender lo malo, que el árbol es el mejor aliado para nuestras ciudades y que invertir en ellos supone, además de salud, un patrimonio incalculable. Tenemos que actuar en este sentido porque, desgraciadamente, se pierde mucho dinero público en necedades que bien podrían usarse en mejores actuaciones.