El paisajista y teórico recibirá en mayo el galardón, que destaca trayectorias clave en el sector, en su tercera edición.
Fuente: Fran Piñero. ABC
Andalucía cuenta con una sobresaliente riqueza en el mundo del paisajismo. No sólo por albergar jardines que hunden sus raíces más allá de la memoria, sino también por ser cuna de algunos de los principales teóricos y expertos en la materia. Por ello, cada año la Asociación Multisectorial de la Jardinería Andaluza entrega el Premio Ibn Luyun a la trayectoria de profesionales de la gestión verde. En su III edición, el reconocimiento ha ido a parar al granadino José Tito Rojo, conservador del Jardín Botánico de la UGR hasta su jubilación y miembro de diversos comités científicos versados en la materia.
¿A ‘qué sabe’ este galardón, que recibirá en mayo en el Palacio de Viana?
Me hace muy feliz, sobre todo por quienes lo ha decidido. Lo que agobia un poco es que se premie la trayectoria, porque yo todavía tengo mucho por hacer -bromea-. Creo que la elección se ha basado en la pasión que siento por los jardines y por lo mucho que me he dedicado a ellos -más allá de cualquier cargo se considera jardinero-.
Ha estudiado especialmente el paisajismo en la época de Al-Ándalus y los orígenes del jardín moderno. ¿Cuáles han sido sus últimas aportaciones?
Descubrir es fácil, porque hay mucho por hacer. Somos muy pocos, y estamos muy lejos del nivel de interés y de estudiosos que hay en países cercanos como Portugal, Italia, Francia, Inglaterra… En España tenemos maestros en la materia, eso es verdad, y también que en los últimos 20 años se ha incorporado mucha gente desde disciplinas diferentes como la arquitectura, la agronomía, los estudios literarios. Se han acercado al jardín y han descubierto muchas cosas. Pero la realidad es que queda muchísimo por investigar porque carecemos de una masa crítica importante.
¿Lo valora la sociedad de a pie?
Va todo unido. Es cierto que con la emergencia climática muchas personas se han interesado por ‘lo verde’ y lo ven más necesario. A mí, que he trabajado tanto a nivel teórico como práctico, creando jardines y restaurando otros históricos, me reconforta ver cómo la gente empieza a entender que el jardín no es un adorno, sino algo fundamental para vivir bien.
¿Cree que en las actuales reurbanizaciones prima lo verde?
Cuando yo empecé a estudiar los jardines, lo que se hacía en las ciudades era monstruoso. Se incorporaban prácticas muy poco recomendables de poda, de mantenimiento, de selección de especies… Luego vivimos la moda de la ‘plaza dura’. Pero creo que estamos en el punto de inflexión. Veo por ejemplo como los Ayuntamientos de Granada (pero también de Francia o Italia), se dan cuenta de la necesidad de incorporar el verde. Porque además la gente lo pide. Y eso es clave, porque lo que no se pide, el político no lo hace. El nivel de la gente responsable de los jardines también ha mejorado muchísimo. En su formación, en su conocimiento y en su sensibilidad. Y lo digo con conocimiento de causa, pues tengo muy buenas relaciones con los jardineros de la Alhambra, del Ayuntamiento granadino, con jardineros de particulares… y el compromiso con su trabajo no tiene color.
¿Apostar por los jardines podría revertir la tendencia hacia un clima andaluz cada vez más seco y cálido?
Sí, pero sólo a nivel de micropaisaje. Es decir, en el ámbito más cercano de la gente, en hacer más amable y tolerable la vida en las ciudades. El problema climático no lo solucionan los jardines, seamos modestos, sino las políticas, y sobre todo las grandes políticas de Territorio.
Sufrimos un largo período de sequía con restricciones aparejadas o potenciales. ¿Cómo se pueden potenciar los jardines cuando el agua escasea?
Con buenas prácticas. El jardín necesita agua, pero no nos engañemos, no es el problema. La causa está más en la gestión del suelo y en la sensibilización de la opinión pública. Además, cada vez se opta más por jardines que necesitan menos apoyo hídrico.
De todas formas los veranos siempre han sido ‘complicados’ aquí en el Sur.
Se puede decir que vivimos en un particular ‘cambio climático’ desde hace 5000 años, porque en el Mediterráneo no llueve en verano. Eso es terrible para las plantas porque es la época en la que más crecen y más agua precisan. Pero también tenemos una tradición de gestión del agua que debemos poner en valor, porque no sólo se trata de incorporar nuevas medidas sino también de recuperar antiguos aciertos.
Usted integra un comité científico en Icomos (Unesco). ¿Hay que mirarnos en Europa respecto al paisajismo?
Evidentemente hay que aprender de dónde se hacen mejor las cosas, y hay experiencias en Europa que son fabulosas. Por ejemplo en Berlín, con un sistema de parques donde se dejan esas plantas que llegan sin que tú las pongas, a las que hemos denominado ‘malas hierbas’ o ‘invasoras’ y hemos quitado por sistema. Allí se han dado cuenta de que la solución pasa por aprovechar todo lo que llega, y tienen casos fertilísimos. En París también, con los jardines libres y en movimiento, que tienen detrás a paisajistas de primera línea aportando teoría y práctica.
La Alhambra ha vuelto a ser el monumento más visitado de Andalucía. ¿Influye en el reclamo sus jardines?
Sin duda. No se puede entender sin ellos. En Andalucía (Sevilla, Córdoba, Granada…) tenemos algunos de los jardines con más historia del mundo. El del Patio de los Naranjos de la Mezquita es el más antiguo que conocemos sin que haya desaparecido nunca. Ni en Inglaterra ni en Japón existe algo igual. Pasa lo mismo con el del Patio de la Acequia del Generalife, que es el más antiguo de tipo ornamental. Por eso hay que ponerlo en valor, estar a la altura de esa increíble herencia que tenemos.
Sin embargo no parece que se promocionen así de cara al visitante, como sí ocurre con los siglos que tiene una catedral o las raíces de una escultura.
Venimos de una cultura en la que el jardín siempre se ha considerado como un adorno de la arquitectura, no como un valor en sí mismo. Hay que conseguir que el visitante sea consciente de que está ante algo absolutamente extraordinario.