Antonio Rodríguez es Ingeniero Técnico Agrícola y productor de compost ecológico, que mejora el suelo, la microbiota, la fauna y la flora y hace que el suelo retenga más el agua.
Fuente: Consejo General de Colegios Oficiales de Colegios de Ingenieros Técnicos Agrícolas de España
Antonio Rodríguez, el protagonista de esta entrevista, es Ingeniero Técnico Agrícola y trabaja desde hace más de 20 años en la Cooperativa de San Isidro de Loja, en Granada, una de las almazaras de AOVE más grandes de España.
Su madre le decía que no tirase los apuntes de la carrera, y menos mal que no lo hizo, porque gracias a ellos, 20 años después de dejar la universidad, nació Oleovaloriza, un proyecto que ha marcado un antes y un después en la economía circular del olivar.
Con él charlamos de este gran desarrollo y del futuro de la agricultura, que él ve un poco oscuro si no se empieza a valorar el papel esencial de los agricultores.
- ¿En qué consiste el proyecto Oleovaloriza con el que se han convertido en pioneros de la revalorización de subproductos en su sector?
Oleovaloriza es un proyecto a nivel europeo en el que participaron varios protagonistas además de nuestra cooperativa. También la conformaba en Consejo Andaluz de Colegios Oficiales de Ingenieros Técnicos Agrícolas, FAECA, la Universidad de Granada y el CSIC (Centro Experimental del Zaidín), entre otros. Y gracias a este trabajo en equipo conseguimos un hito.
Partíamos de que de la aceituna se aprovecha todo menos los residuos líquidos actualmente denominados ‘efluentes de almazara’, conocido antes también como ‘alpechín’, que se deposita en balsas donde el agua termina evaporándose y queda un lodo sin ningún uso. Este lodo ocupa espacio y puede dar lugar a problemas medioambientales, como un olor intenso e incluso, en escenarios menos probables pero no imposibles, roturas en las balsas, con todo lo que ello implicaría.
Ese lodo es lo que hemos conseguido valorizar y, gracias a este proyecto, convertirlo en compost orgánico de procedencia vegetal y de alta calidad agronómica.
Para ello mezclamos, más o menos a partes iguales según la humedad que contengan, el citado lodo (residuo) con las hojas de olivo (subproducto) que se generan en la zaranda de la almazara. Tras procesarlo en nuestra planta industrial de fabricación, generamos este compost que se aplica a los diferentes cultivos, como el olivar, espárrago verde y otras hortícolas, con grandes resultados de mejora en la producción y en las condiciones del suelo.
La planta industrial de valorización de estos residuos y subproductos puede tratar diariamente unos 20.000 kilos húmedos de mezcla al día, que al final del procesos y debido a la pérdida de humedad, se reducen a unos 12.000 kg de producto terminado, es decir, de compost.
- ¿Qué beneficios concretos para la cooperativa de Loja se han logrado gracias al proyecto Oleovaloriza?
El primer beneficio, desde la visión puramente industrial, ha sido tener más capacidad de almacenamiento de los efluentes, ya que hemos liberado la capacidad de las balsas que antes del proyecto contenían gran cantidad de lodos, ya que año tras año se iban acumulando con la consecuente reducción de la capacidad de entrada.
También hay un beneficio directo para los agricultores, que reducen la cantidad de fertilizantes químicos que inciden en la contaminación del suelo por nitratos y suponen para ellos un considerable coste económico.
Con el compost, que también sirve para cultivo ecológico, están mejorando el suelo, la microbiota, la fauna y la flora… Todo esto deriva, por ejemplo, en que el suelo retenga más el agua, y cohesione el suelo protegiéndolo de la erosión cuando se dan lluvias torrenciales, mejorando las producciones de los cultivos y de la calidad. Los resultados tras estos cinco años son espectaculares.
A modo de símil, yo digo que es como una ‘transfusión de su propia sangre’, ya que todos los compuestos del compost provienen del olivo. De alguna manera, considero que el olivo reconoce esos tejidos degradados por los microorganismos como los mismos que a lo largo de la evolución degradaban las aceitunas que se caían al suelo de forma natural, cerrando el circulo del aprovechamiento de nutrientes. Y la planta aprendió a aprovecharlo, antes incluso de que los romanos aprendieran a elaborar aceite de oliva.
Ahora volvemos a retornar al campo parte de lo que del campo proviene, y así de esta forma, cerramos el círculo de la bioeconomía.
Siguiendo con los beneficios, al comercializar el compost también hemos logrado una fuente de ingresos extra para la cooperativa con la que sufragar los costes de personal, costes de electricidad, la maquinaria necesaria, etc., haciendo rentable esta sección de la cooperativa, de forma autónoma e independiente, del resto de la almazara.
La verdad es que es un orgullo profesional el haber sido los pioneros a nivel mundial en cerrar el círculo de la economía circular en el olivar.
- ¿Su papel como Ingeniero Técnico Agrícola ha sido importante en el desarrollo de este proyecto?
Sí, lo ha sido. De hecho, todo parte de los mis apuntes de la carrera.
Buscando soluciones para valorizar el lodo y encontrar solución a todos los problemas asociados, repasé los apuntes de agricultura ecológica donde se hablaba de la generación de compost en una asignatura de la profesora Itziar Aguirre Jiménez. A partir de ahí empecé a hacer pruebas mezclando las hojas del olivo e iniciamos una experiencia piloto. El primer compost que obtuve lo apliqué a semillas, que son más sensibles. Y el crecimiento fue espectacular.
A partir de aquella prueba y vistos los resultados, el que era por aquel entonces el presidente de nuestra cooperativa, José Velasco Valverde, y nuestro gerente, José Luis Espejo Ruiz, vieron claro la imperiosa necesidad de gestionar el problema de las balsas y que podría haber una solución viable a este problema.
Fue entonces cuando nos pusimos en contacto con la Universidad de Granada, concretamente con José Antonio Camacho Ballesta, y con Rogelio Nogales Ariza, del Centro Experimental de Zaidín del CSIC, para conformar nuestro Grupo Operativo Oleovaloriza, que tuvo el empuje y apoyo de la Consejería de Agricultura, Pesca, Agua y Desarrollo Rural de la Junta de Andalucía.
Tras años de investigación y transferencia de conocimiento, consolidamos la viabilidad del proyecto y acometimos la fase industrial de fabricación. Tras 5 años, dicha actividad sigue funcionando a pleno rendimiento, todo ello según las directrices y objetivos marcados por nuestro actual presidente, Indalecio Cáceres Gámiz.
En la fase de difusión de los resultados obtenidos por el grupo operativo OLEOVALORIZA, participó activamente otro de sus miembros integrantes, nuestro Consejo Andaluz de Colegios Oficiales de Ingenieros Técnicos Agrícolas.
Estoy muy satisfecho con el proyecto y de mi papel en él. ¡Mi madre siempre me decía que guardase los apuntes, que me podían hacer falta. Y mira si tenía razón. Quien guarda, halla.
- ¿Oleovaloriza está siendo ejemplo para otras almazaras o cooperativas?
Hay ya tres cooperativas que lo han implantado. Otras se han interesado, pero hay unos requerimientos de espacio, inversión en maquinaria, personal, etc. que no todos pueden asumir. En estos casos, nuestra recomendación es que se aúnen esfuerzos y recursos para que si no puede ser de forma unilateral, se puedan acometer este tipo de actuaciones de forma conjunta.
- ¿Valoran los agricultores el papel del técnico en una cooperativa como en la que trabaja?
Cada vez más. Ya no te llaman solo por problemas, sino para decirte lo que hacen y los resultados positivos que están logrando gracias a trabajar de modo responsable y respetuoso con el medio ambiente.
La figura del Ingeniero Técnico Agrícola en una cooperativa da un soporte al agricultor que en mi opinión es imprescindible. De hecho, yo no entendería una cooperativa que no tenga un departamento técnico, porque además de dar apoyo al agricultor en el ámbito agronómico, a través de nuestra API (Agrupación de Producción Integrada), también participamos en asuntos de diversa índole relacionados con licencias, normativas, calidad, medio ambiente, sanidad, relaciones con la administración, gestión de residuos, etc. Asuntos que tienen mucha importancia en el funcionamiento de una cooperativa como la nuestra.
En definitiva, en muchos ámbitos de la cooperativa no está de más la opinión de la figura del técnico sobre cómo podemos hacer las cosas de la mejor manera posible.
- ¿Por qué estudió Ingeniería Técnica Agrícola?
En mi adolescencia me llamaba mucho la atención el campo, salía a andar, a pescar… En principio quería ser guarda forestal, pero cuando me informé un poco mejor vi que podría tener más salida profesional la Ingeniería Técnica Agrícola.
Desde que terminé la carrera no he parado de trabajar. Llevo desde los 20 años en el sector del aceite de oliva y prácticamente todos ellos en la Cooperativa de San Isidro de Loja.
- ¿Se colegió nada más terminar la carrera?
Sí. Me colegié en el Colegio de Ingenieros Técnicos Agrícolas de Granada y desde hace años formo parte de su consejo de gobierno, primero como secretario, luego como tesorero y ahora como vicepresidente. También soy vocal del Pleno del Consejo Andaluz de Colegios Oficiales de Ingenieros Técnicos Agrícolas.
Creo que estar colegiado es importante, porque cuando hay problemas el colectivo es el que te ayuda a gestionarlos. Con la administración, por ejemplo, desde el Colegio tienes más fuerza para resolver cuestiones que pueden mejorarse o hacerse mejor y que benefician a todos, al agricultor y al Ingeniero Técnico Agrícola.
De hecho, pienso que deberían escucharnos más desde las administraciones, especialmente para desarrollar legislación y normativas.
- Tras sus más de 20 años de trabajo como Ingeniero Técnico Agrícola, ¿cree que tomó una buena elección al elegir esta carrera?
Hasta ahora no me puedo arrepentir porque como el agricultor sabe, el campo es fuente inagotable de trabajo y, por tanto, a diario surgen problemas a los que entre todos debemos dar solución.
La única pega que yo veo es que Europa está dejando atrás a sus agricultores. Si miro al futuro lo que veo es que nos quedamos sin agricultores, no hay un efectivo relevo generacional y esto es un verdadero problema, porque sin agricultores lo tenemos crudo a muchos niveles, no solo me refiero al colectivo de profesionales, sino en general, a la sociedad y a algo tan esencial como es la producción de alimentos para la población.