¿Está justificado el cierre de parques durante las olas de calor?
Fuente: The Conversation
Autores: Ángel Enrique Salvo Tierra y Luis Alberto Díaz-Galiano Moya
La contaminación acústica, el ozono, los derivados del nitrógeno y las pequeñas partículas en suspensión son algunas de las variables que se usan para tomar el pulso de la salud ambiental de las ciudades. Cada vez está más claro que son la causa de un importante número de muertes prematuras.
Además, ahora se suman las defunciones debidas a las altas temperaturas, episodios que cada vez serán más habituales debido a la crisis climática.
En medio de la olas de calor que han golpeado este verano a buena parte de Europa, algunas ciudades han decidido abrir durante más horas sus parques, entendiendo que eran excelentes refugios climáticos para sus ciudadanos. Mientras tanto, otras han tomado la decisión de cerrarlos.
El objetivo de su clausura es reducir el riesgo de que las personas puedan sufrir daños por la caída de ramas o árboles por los efectos de las altas temperaturas en el arbolado urbano. Pero ¿está suficientemente justificada esta decisión?
El papel de los parques ante la crisis climática
Se entiende por parque aquella parcela urbana, cercada en su perímetro, que contiene especies vegetales entre las que dominan los árboles.
Inicialmente, los parques se valoraban como simples espacios para el ocio y esparcimiento de la ciudadanía. En la actualidad gozan de mayor consideración, valorándose los importantes servicios que proveen a las personas. La regulación climática es uno de los más destacables.
Cuando presentan una importante cobertura arbórea, estos oasis urbanos pueden llegar a reducir la temperatura en verano hasta en 12 ℃, lo que supone una diferencia significativa respecto al calor emitido por pavimentos y fachadas.
Parece pues evidente que los parques proveen de unas condiciones de confort climático adecuadas para aquellos momentos clasificados como de alto riesgo por calor. En consecuencia, estos espacios verdes se consideran ya como refugios climáticos urbanos.
Caída súbita de ramas
El fenómeno conocido como caída súbita de ramas en verano se describe como el desprendimiento ocasional durante o después de calurosas tardes de verano de ramas aparentemente sanas de árboles maduros.
La descripción más aceptada de este fenómeno enumera tres circunstancias básicas: la aparición de lluvias fuertes tras un periodo largo de sequía, la ausencia de defectos evidentes y que los árboles sean maduros.
Durante los veranos, se han señalado casos de fracturas de ramas de árboles achacadas al fenómeno de caída súbita.
La simple descripción de los sucesos ha llevado a rápidos diagnósticos que han servido para justificar desde el cierre de parques hasta grandes campañas de poda, para salvaguardar así la seguridad de los transeúntes.
La mayoría de estas respuestas se basan en simples valoraciones de campo, sin llegar a analizar las causas reales y obviando los posibles motivos de las fracturas.
La fuerte arquitectura arbórea
Los árboles se construyen día a día como respuesta a diferentes impactos, siempre bajo el principio del mínimo esfuerzo y a la ley del mínimo de Liebig.
De esta manera, la arquitectura arbórea se modela a base de cargas extraordinarias dentro de unos márgenes de seguridad. Este modelado le confiere mayor robustez de la que cabría esperar.
Es inusual que los árboles presenten fracasos estructurales de forma natural, pero la ciudad supone un ambiente tan hostil que conlleva respuestas más débiles de las que se dan en la naturaleza.
Solo con análisis detallados de las fracturas en los árboles urbanos se obtiene información valiosa sobre los factores que han podido influir. En consecuencia podrán adoptarse las decisiones de gestión más adecuadas para evitar errores, identificar los defectos antes de que se produzca el fracaso estructural y prevenir daños.
Causas de las fracturas
En los estudios que hemos realizado sobre fracturas en árboles con un diagnóstico inicial que las vinculaba a la caída súbita de ramas en verano hemos constatado que no se cumplían las condiciones previas que así las identificaban.
Lo que sí se ha observado con carácter general es que existe un fracaso del arbolado debido a causas derivadas generalmente de una gestión inadecuada, en especial la alta compactación del entorno y prácticas inapropiadas de podas, que promueven la colonización por hongos, el vaciado de ramas, un alto porcentaje de madera necrosada, la presencia de grietas, etc.
Tras una primavera cálida y lluviosa es de esperar un aumento en el número de ramas y hojas, y con ello un incremento del peso de la copa, así como una mayor superficie expuesta al viento. En consecuencia, aumenta la probabilidad de fractura en los puntos más frágiles. Posiblemente el empuje de rachas de viento y un descenso de la humedad de la madera, como última variable, son el desencadenante de la rotura final en los casos observados.
Por tanto, parece que ciertas condiciones ambientales pueden acelerar el proceso de fallo debido a un debilitamiento estructural anterior, donde por diversas razones existían agrietamientos internos y/o desconexiones provocadas por otras tensiones. En consecuencia, no existe justificación alguna que haga pensar en una rotura por caída súbita de ramas en verano.
¿Cuál es el riesgo?
Sin datos estadísticos específicos de sucesos asociados a fracturas de árboles o ramas durante las olas de calor en España, podríamos considerarlos como un riesgo cotidiano.
El Grupo Nacional de Seguridad del Arbolado de Reino Unido estima que la probabilidad de accidentes asociados a la caída de ramas es similar a la de ser abatido por un rayo, una por cada 10 millones.
La Autoridad de Salud y Seguridad británica sugiere que un riesgo de muerte de uno por cada millón anualmente constituye la línea divisoria entre lo tolerable y lo aceptable. Este “bajo nivel de riesgo” corresponde a muchas actividades cotidianas como viajar en avión o utilizar electricidad.
Cuando arrecie el calor, abramos los parques
Es conveniente insistir en que el arbolado se constituye hoy como el eje básico de la infraestructura verde urbana. Para evitar incidentes, lo ideal es hacer una gestión adecuada y llevar a cabos planes de inspección antes de los momentos críticos, es decir, previos al verano y al invierno.
Los parques y bosques urbanos resultan esenciales para la adaptación y mitigación de los efectos de la crisis climática y de la isla de calor urbana, además de aportar otros muchos beneficios.
En conclusión, parece obvio que, ante una ola de calor, resulta más conveniente abrir los parques a la ciudadanía que cerrarlos.