A todos los gestores municipales de un bien vital: léannos, participen, redacten, legislen, movilícense en favor de la calidad de vida de sus vecinos y antes de arrancar las motosierras, pregunten a quienes saben.
Por Juan Manuel Ruiz Cobos. Presidente de Amja
Desde que fui propuesto para presidir al tejido empresarial de la Jardinería Andaluza, siendo todo un honor personal al que sumé a grandes personas vocacionales y profesionales, algunos problemas, viejos vicios y alguna alegría en formato de reconocimiento a nuestros maestros, nos han llenado de satisfacción en este largo periodo. Pero no todo han sido “vacas gordas” para las distintas juntas directivas. Desde la proactividad que nos ha caracterizado en cada uno de los campos que, estatutariamente nos regulan, las mejoras y desafíos que se fueron alcanzando o venciendo respectivamente, han tenido una permanente mácula para la que este año, me he animado rogar a la magia de la navidad.
Un tejido humano, muy tecnificado, joven y preocupado por el material que da sentido a nuestro quehacer profesional, ha motorizado en AMJA un incesante esfuerzo que, en lo posible e incansablemente, viene empujando en la gran tarea de renaturalización de nuestras urbes. Pequeñas, medianas o metropolitanas, está claro que todos los actores que estamos implicados en su mejor gestión y promoción, somos pocos ante la ingente demanda que el calentamiento global nos plantea. Por ello y de la mano todos, nos integramos e involucramos en el “Quorum IVU” un espacio donde la totalidad de universidades y consejos profesionales del ámbito verde andaluz, junto con el tejido empresarial, nos conjuramos para favorecer una rápida y eficaz implementación de la Infraestructura Verde Urbana, una herramienta modelada desde Europa para generar un importante dique que, desde lo urbano, promueva a la ciudad cómo un medio más humano, verde y resiliente, ante la manifiesta adversidad.
En el mismo sentido, el sector profesional ha encadenado durante la última década una copiosa etapa formativa que ha reciclado e inyectado al sector público y privado, un importante valor añadido a su marcado talento. Una suma primordial, que ha venido a acompasar el manejo del verde desde una perspectiva más responsable, más sostenible y económica. Pero como decía, no ha sido pan comido y toda esta suma de sinergias, no han tenido la deseada y ahora imprescindible y urgente implicación de nuestros dirigentes, a ellos dirijo esta que enmarco en verde.
El árbol, el maduro que viste nuestras calles y plazas dotándolas de calidad, sigue desnudo en su protección. Él, como eje de la IVU, es una auténtica suerte verlo aislado o en conjunto en porte natural en nuestros medios urbanos. Una inmensidad de causas lo han expuesto en muchos de los casos, a una cultura desastrosa que en el mismo sentido carece de un mínimo objeto técnico. La motosierra llegados estos tiempos se activa de forma puntual y acostumbrada, porque sí, porque así lo hicieron otros tantos ayer y … Un sinfín de tópicos asumidos socialmente, a los que de forma muy torticera se añaden a veces justificaciones de peligro no probadas. Y con todo ello, perdidas inusitadas de biomasa en servicio, con las que eliminan una óptima cesión de salud y confort, que para colmo se lleva, además, pingües presupuestos. Lamentablemente pierde nuestro hábitat urbano y pierde nuestra salud y bienestar, mucho, cuando además ya estamos inmersos en una realidad climática que, aunque que suene mal, mata. Y esto último que está cuantificado y que lamentablemente es una cifra anual entre la fría estadística de nuestras autoridades sanitarias, tiene en el generoso y benefactor árbol, un extraordinario colaborador en la mitigación que precisamos.
Necesitamos árboles para nosotros, para nuestros hijos y los que les seguirán. Los que tenemos y los que han de venir. Para los que tenemos hemos de resetear de forma generalizada nuestra relación con ellos, bastante atávica y dañina en nuestro proceder. Para los que vendrán, de igual forma han de ser planificados por la técnica de un equipo multidisciplinar que ha de procurar el mejor árbol en el mejor sitio. No hay otra. Así, la inversión será redonda. Pero volvamos a los que ya tenemos, a esos que, como adultos, nos agracian con una infinidad de vitales beneficios ecosistémicos y que se han de gestionar, como un gran patrimonio natural. Y los precisamos no de cualquier forma, los necesitamos con el máximo de proyección de copa, con todo su potencial puesto en servicio, una cobertura foliar eficiente y funcional que nos venga a inundar de vida. Con este mantra llevamos algún tiempo recorriendo pasillos interminables, donde a veces se nos ha escuchado y otras tantas ni eso. Nos dio igual y con pico y pala, hemos ido construyendo puentes para los que nunca hemos desistido.
Voy finalizando esta carta que remito a los 785 reyes magos verdes que tenemos en Andalucía y, que hago hasta con cierta esperanza, pues la magia de la navidad ha querido obsequiarnos con un manifiesto que ha firmado un destacado Paje. Teresa Ribera, ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, en días pasados, como aguinaldo verde de ilusión, también ha escrito con similares deseos. Pero la realidad de la ausencia de una norma capital que debiera tener espacio incluso en nuestra Carta Magna, hace que sea en cercanía donde se dirima un futuro que en muchos casos, comenzó hace cientos de años y que todos los años nos empeñamos en seguir debilitando en el mejor de los escenarios y en nuestro perjuicio. Así pues, con ese mismo mantra que hemos llevado al Ministerio del ramo, al Palacio de San Telmo y a tantos otros de los casi ochocientos repartidos por esta gran Andalucía, se seguirá optando por localizar el remedio en quienes competencialmente han de trabajar en bien de sus vecinos, según dice la Ley 7/1985, de 2 de abril, Reguladora de las Bases del Régimen Local. En definitiva y con “mi gozo en un pozo”, a todos los que reináis como gestores municipales de un bien vital, léannos, participen, redacten, legislen, movilícense en favor de la calidad de vida de sus vecinos y en el corto plazo, antes de arrancar las motosierras, pregunten a quienes saben.
PD. Lástima que, aunque no sé hiciera desde un principio, nuestra Carta Magna, al igual que ya tienen muchos estados en el mundo, debiera de incluir a la naturaleza, también la urbana, de una forma tácita y concluyente ensamblada en su articulado. Dejar en manos de un consistorio y su rector, la gestión competencial única del árbol, ya sabemos qué trae consigo.