Llegará un día, más pronto que tarde, en que se valoren los jardines y los jardineros como se merecen, porque el arte de cuidar jardines no tiene precio, se trata de nuestra salud.
Si bien es cierto que la valoración de los espacios verdes va en aumento en los últimos años por parte de la sociedad, existen todavía muchos aspectos que no tenemos en cuenta a la hora de apreciar la Jardinería en general y a los Jardineros en especial. Me refiero a la Jardinería y a los Jardineros con mayúsculas.
La RAE define Jardinería como “Arte y oficio del jardinero” y no se puede, con tan pocas palabras, definir mejor esta palabra.
En Andalucía sabemos bien de jardinería, ya que los primeros jardineros surgieron en la época andalusí, cuando se comenzó a considerar el “jardín” tal como hoy lo conocemos: un espacio para el disfrute de los sentidos, del cuerpo y del alma. En esa época los jardineros eran muy considerados por la sociedad y los jardines eran lo más importante de la vivienda.
El ser humano no está hecho para vivir en espacios hormigonados y asfaltados, necesita contacto con el verde, no en vano, a lo largo de sus 4 millones de años de existencia, solo ha vivido en grandes ciudades en la Edad Moderna desde el siglo XV y en la Edad Contemporánea desde el siglo XVIII, es decir, apenas 500 años frente a 4.000.000 de años. De ahí nuestra biofília o necesidad de conexión con la naturaleza y con otras formas de vida, con el ambiente, las plantas y los animales.
Los jardines son espacios que nos acercan a la naturaleza y en donde, al contrario que en ella, podemos intervenir para que sea menos salvaje, más suave, adaptarlos a nuestra manera, establecer sombras donde no las hay, crear olores, colores y generar un bienestar que nos reconforta enormemente.
Cuando se crea un jardín son muchos los factores a tener en cuenta y quizá uno de los más importantes es su perdurabilidad en el tiempo: cómo hacer para que ese jardín no genere demasiados problemas de mantenimiento. Las especies vegetales crecen y cambian, se crean nuevos espacios, varían las condiciones del suelo, de las sombras, de la humedad y de la luz con el paso del tiempo. Cuidar un jardín requiere conocimientos botánicos, edafológicos, fitosanitarios, fisiología vegetal, etc., pero sobre todo hay que tener mucha formación, paciencia, sensibilidad y sentido común y todo esto cuesta mucho.
El jardín no necesita solo máquinas, necesita conocimiento
Actualmente se abusa de la maquinaria. Tenemos máquinas para todo, y son útiles claro, pero no siempre. Hay labores en los jardines donde la máquina es innecesaria y, aún peor, hace daño a las plantas. Abusamos de los cortes con máquinas para hacer bolas, para podar en exceso, para desbrozar, y eliminamos el porte natural y dañamos los cuellos de las plantas. Usamos sopladoras para eliminar las hojas caídas, en vez de dejarlas formando una hermosa capa orgánica. Queremos que todo esté siempre demasiado “urbano” y eliminamos la naturalidad del jardín sin comprender los coloridos, la armonía de las formas ni la estacionalidad del jardín.
Cuidar, no mantener
Cuidar es una palabra delicada, está ligada al amor. Se cuida aquello que se quiere, que es valioso y para cuidar se requiere tiempo, conocimiento y delicadeza. Se cuida a los hijos y a las personas que quieres y el cuidado supone conocer muy bien a quien estás cuidando y hacer lo posible para que no le falte nada de lo que necesita.
Si conociéramos y comprendiéramos lo que aporta un jardín, si dedicáramos tiempo a pensar en lo que conlleva cuidar un jardín, entonces lo valoraríamos y también valoraríamos a aquellos que lo saben cuidar. Sólo teniendo en cuenta estos parámetros podremos apreciar el jardín y sólo entonces valoraremos a quién dejamos que entre en él cuando nosotros no podemos hacerlo. Lo demás es querer tener por tener y eso no merece la pena.
El valor del jardín
Sin embargo, una de las profesiones menos valoradas es la de jardinero. El paisajista suizo, Dieter Kienast, decía que el jardín es un lujo porque exige lo más preciado de nuestra sociedad: tiempo, cuidado y espacio. Y bien que lo vimos en la pandemia del COVID, pero queremos que todo se haga rápido: esta sociedad depende de las máquinas, de la rapidez y eso no les viene bien a los jardines. El problema es el tiempo y la formación: Se crea un círculo vicioso en donde no se valora ni lo uno ni lo otro, como no podemos permitirnos pagar a un profesional bien formado ni que emplee un valioso tiempo en el cuidado del jardín pagamos a personas con menor formación y que lo hacen más barato y rápido, pero no lo hacen bien. Y por eso no interesa formarse bien en esto de la jardinería: no está bien pagado. Es una pena.
En realidad un jardín es algo inmaterial y no es decoración. Se trata de espacios para el disfrute de la mente y el cuerpo, para pensar, descansar, filosofar, oler, oír, sentir, observar… Debemos tener un jardín si verdaderamente nos gusta tener un jardín, con lo que ello conlleva, si queremos disfrutar de su cuidado, de su crecimiento, de lo que nos aporta.
Autora: Aurora Baena Luque. Gerente de Amja
