Por EFE 26/01/2022
Diversos expertos piden poner fin a estas prácticas, que reducen la capacidad que tienen los árboles de absorber contaminantes del aire y limpiarlo. Advierten de que muchas administraciones lo hacen sin comprender los mecanismos naturales.
Acabar con la poda sistemática e indiscriminada de árboles que por norma se establece en los concursos municipales es, según los expertos, vital para asegurar la buena gestión del arbolado urbano, sin cuya existencia la vida en las ciudades sería impracticable por la elevada contaminación. “Llevo años trabajando para que los concursos no contemplen podas sistemáticas en calles cada x años“. La poda debe ser selectiva y solo cortar cuando exista peligro real de que caída,comenta el jefe de la unidad de Arboricultura del Real Jardín Botánico, Mariano Sánchez, que aboga también por plantar más separadamente para evitar tener que podar árboles porque se molestan o molestan.
Los árboles son el pulmón de la ciudad y muchos ayuntamientos no entienden que al meter la motorsierra “porque sí” se pierde la mitad de ese pulmón, pues las hojas son las que retienen los contaminantes, según Sánchez, codirector del Máster Arboricultura Urbana de la Universidad Complutense de Madrid. En España, a nivel general, no hay suficientes árboles para compensar la contaminación debido, principalmente, a que en política prima decir que van a plantarse miles cuando lo que de verdad importa no es el número, si no su calidad.
“Debería existir una ‘ley de arbolado nacional básica’, que establezca detalles sobre marcos de plantación y el fin de las podas sistemáticas”
“Las hojas más grandes son las que retienen más contaminantes”, ha subrayado Sánchez, que ha apuntado que, además, la falta de planificación hace que se plante sin dejar la suficiente separación entre los árboles, de forma que cuando crecen se molestan unos a otros o interfieren con el mobiliario urbano. Al podar y desaparecer la masa folial, no solo sube la contaminación, sino que, en los años siguientes se incrementan los niveles de alergénicos, pues la reacción del árbol al verse dañado es volver a florecer.
Además, cuando se hace un corte grande en la rama entran hongos que provocarán pudrición de la madera y es ahí cuando comienza el riesgo de caída pasados los años, “un riesgo que nadie ve”, ha advertido Sánchez, que ha subrayado que también habría que analizar qué árboles resistirán mejor el cambio climático porque muchos de los que hay actualmente en las ciudades desaparecerán.
En su opinión, debería existir una “ley de arbolado nacional básica“, que establezca detalles sobre marcos de plantación y el fin de las podas sistemáticas, así como un “arboreto nacional”, un gran parque urbano en el que haya una colección de árboles para investigar qué especies aguantarán mejor el nuevo clima. Sin árboles, ha advertido, las ciudades no serían habitables y sería imposible pasear por la calle, ya que toda la contaminación que ahora retienen las hojas se quedaría en paredes y suelos y se “levantaría” continuamente.
De ornamento a servicios ecosistémicos
Los ciudadanos reclaman cada vez más espacios verdes y ha habido un cambio de paradigma: se ha pasado de una visión ornamental a tener que desarrollar proyectos que acerquen la naturaleza a los barrios, según Gabriel Dorado Martín, profesor titular de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de Montes, Forestal y Medio Natural de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM). Para Dorado, director del Máster en Jardines Históricos y Servicios Ecosistémicos de la UPM, el diseño de estos proyectos de renaturalización debe estar basado en criterios de sostenibilidad y en su gestión adaptativa para su adecuación al cambio climático para maximizar los servicios para la ciudadanía.
Los árboles reducen la temperatura en las ciudades hasta 12 ºC Sarah Romero
Los ayuntamientos apuestan por tener muchos árboles e inaugurar espacios verdes, máxime en época electoral, cuando los ciudadanos no demandan cantidad sino que las infraestructuras verdes ofrezcan servicios como la mejora de la calidad del aire,, mejora de la salud física y mental o incremento de la biodiversidad. Las gestión de la infraestructura verde debe dar servicio a todos y eso implica no gastar dinero absurdamente en cosas como hacer podas sistemáticas “inútiles” todos los años, que no benefician ni a la propia infraestructura ni al ciudadano.
La poda solo se debe hacer cuando el árbol realmente lo necesita o si interfieren peligrosamente con otras infraestructuras y si queremos fomentar la biodiversidad “no podemos seguir pensando que tener un espacio verde limpio equivale a un espacio desbrozado porque estaremos eliminando gran parte de ella”, ha aseverado. Las talas y desbroces mal gestionados implican, por ejemplo, la desaparición de flores y frutos, lo que conlleva que los polinizadores (insectos o pájaros) no puedan sobrevivir en esas zonas.